Capítulo 6 La visita de Andrea
Dolores arrugó la frente con duda, sintiendo un mal presentimiento en su interior. —¿Quién es ella?
En los ojos de Laura se reflejó un destello de sorpresa. —¿Acaso la profesora Sofía la conoce?
Si Sofía tenía relación con alguien, sin duda no era una persona común. ¿Podría ser que se hubieran equivocado respecto a Susana?
Con la cara teñida de ironía, Sofía replicó: —Por supuesto que sí. Pero ustedes no son su familia, ¿de verdad no saben quién es? ¡Ella es la jueza Elena!
Las palabras "jueza Elena" apenas habían salido de sus labios cuando el timbre de un celular interrumpió la conversación.
Al ver que era una llamada de Susana, Sofía logró calmarse.
¡Qué desastre!
La identidad de Elena siempre había permanecido en secreto. Ella detestaba la ostentación.
Sofía miró de reojo la silueta de Susana que se alejaba y respiró aliviada; por poco la exponía.
Pero enseguida su paciencia hacia Dolores se agotó. —Váyanse. He revisado otra vez sus videos de piano y estoy segura de que no tiene ninguna posibilidad de ganar el primer lugar.
Dicho esto, Sofía regresó a su privado.
Dolores quedó con la cara rígida. Tocó la puerta y preguntó con cautela: —Profesora Sofía, ¿acaso Susana la hizo enojar?
Dentro, Sofía casi trituró el vaso en su mano de la rabia.
¿Cómo podía haber alguien tan descarada?
¡Qué muchacha tan calculadora!
Sofía grabó bien el nombre de Dolores en su memoria. Con un carácter como ese, jamás obtendría una buena evaluación.
Acto seguido, buscó a Susana para averiguar qué había ocurrido.
Al poco tiempo, Susana respondió con un mensaje.
Cuando supo la verdad, Sofía se sorprendió aún más. ¡Válgame Dios! ¡Hasta las falsas señoritas de familia rica podían mostrarse tan arrogantes!
Dolores, al no recibir respuesta tras insistir, se dio la vuelta con los ojos llenos de lágrimas y sollozó. —Mamá, sé que Susana no me quiere. Pero he estado preparándome para este concurso durante tantos años... ¡Y que Susana haga esto es demasiado cruel!
Apenas terminó de hablar, rompió a llorar desconsoladamente. Laura, conmovida y dolida, convirtió la poca culpa que sentía hacia Susana en un fuerte resentimiento. —¡Qué chica tan desconsiderada! Si regresa a la casa de los Valdez, me aseguraré de que se incline ante ti y te pida perdón. Dolores, no llores más. Buscaré la forma de encontrarte otra maestra.
—Está bien... Si pudiéramos dar con la maestra Elena, sería maravilloso —dijo Dolores, limpiándose las lágrimas, con los ojos llenos de ilusión.
Laura se mostró vacilante. —Eso... Le preguntaré a algunos amigos.
Después de todo, se trataba de Elena: sumamente enigmática, incluso más difícil de contactar que Sofía.
Laura acababa de sacar su celular cuando le llegó un mensaje de Benito: [Dolores, tu abuela ha llegado. Regresemos primero a casa.]
—¿La abuela? —repitió Dolores, apretando los labios antes de seguir a Laura de regreso.
Mientras tanto, Susana había vuelto con Julián. Seguían cenando cuando, de pronto, apareció un mensaje de Laura.
Después de que salieron los resultados de la prueba de paternidad, Laura y Susana se habían agregado en Instagram. Al principio intercambiaron unas pocas palabras, pero luego Laura nunca volvió a contactarla.
Susana abrió la conversación.
Laura: [Susana, esta vez me has decepcionado mucho. Sabías lo importante que era para Dolores esta oportunidad y aun así viniste a arruinarla. Vuelve y discúlpate con ella].
Los ojos de Susana se helaron.
Era la primera vez que Laura le pedía volver a casa, y solo para que se disculpara con Dolores.
Sintió un leve malestar en el corazón, aunque pronto lo reprimió.
Al fin y al cabo, aún tenía a sus padres, los Morales.
Ellos sí le habían dado un cariño sincero.
Al pensar en ellos, la expresión de Susana se suavizó. Julián la observó con detenimiento y preguntó: —¿Buenas noticias?
—No, nada especial.
—¿Y cómo va el reencuentro con tu familia? —Quiso saber Julián.
Susana guardó silencio unos segundos antes de responder: —El afecto de quienes te crían vale más que la sangre.
Al oírla, Julián lo comprendió todo. En sus ojos oscuros destelló una frialdad penetrante.
Susana no lo notó.
Después de cenar, se despidió de Julián.
Al llegar a la empresa, encontró en su escritorio un enorme ramo de flores. Llamó a su asistente, quien explicó: —Son de la familia Valdez, gerente Susana.
¿La familia Valdez?
Después de la actitud que habían mostrado ese día, ¿todavía tenían el descaro de enviarle flores?
—Ah, y también hay alguien de la familia Valdez esperándola —añadió el asistente con entusiasmo. —Justo iba a avisarle cuando usted llegó.
¿Sería Laura?
Susana lo encontró extraño. Mientras se dirigía al salón de recepción, ordenó con firmeza: —Aquí, llámame gerente Susana.
El asistente guardó silencio enseguida y corrigió. —Sí, gerente Susana.
Al entrar en la sala de visitas, Susana se quedó un instante perpleja.
No era Laura quien había venido, sino una anciana a la que no conocía. Vestía un conjunto elegante de falda y chaqueta. A pesar de superar los setenta años, mantenía un porte distinguido y sereno, con un aura imponente y majestuosa.