Capítulo 22
Al poco rato, el teléfono de Gisela volvió a vibrar.
Tomó el celular y vio un número desconocido.
—Hola, ¿quién habla?
—Hola, ¿es la señorita Gisela? Soy de la empresa de limpieza. Estoy frente a su residencia. ¿Puede bajar para que suba?
Era la persona que Federico había enviado para ayudarla con el equipaje.
—Ahora bajo —respondió Gisela antes de colgar.
Bajó enseguida. La asistenta trabajó con una eficacia impecable; en poco más de una hora dejó todo perfectamente ordenado.
Lourdes, sorprendida, exclamó: —Gise, ¿hasta contrataste a alguien para hacer la maleta? Y... ¿por qué tienes todo empacado? ¿No vas a venir el próximo semestre?
—No —dijo Gisela—. Mi madre está gravemente enferma y tiene que tratarse en otra ciudad. Necesito cuidarla. No vendré el próximo semestre; además, ya no tenemos clases.
Habían terminado todas las asignaturas obligatorias. El último semestre se destinaba a la tesis y a las prácticas.
La presentación del proyecto solía ser presencial, pero podía solicitars

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