Capítulo 148
Vi a Carlos de pie, solo, a la orilla de la calle; su silueta se dibujaba sombría y frágil.
Hice cara de pocos amigos y estaba a punto de acercarme cuando él ya se había girado y venía hacia mí.
—No pasa nada, ya se ha marchado.
Guardé un prolongado silencio, con el rostro sombrío.
Podía imaginar con claridad lo que acababa de suceder.
Carlos se había acercado a hablar con Salvatore, pero este ni siquiera le dirigió una mirada, le ordenó a Zacarías que cerrara la puerta del auto y le indicó al chófer que arrancara.
Ese era, como siempre, su aire de altivez y frialdad.
Carlos, como si ya estuviera acostumbrado a esto, llegó a mi lado y, al ver mi mirada llena de indignación, incluso sonrió para tranquilizarme un poco.
—He sido su amigo durante algunos años, sé cómo es su carácter; no le des tanta importancia.
No pude contenerme y le pregunté: —¿Por qué llegaste a ser su amigo?
Me parecía algo extraño.
¡Un hombre como Salvatore no debería tener amigos!
Siempre había sido caprichoso, arro

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