Capítulo 26
Mi aparente calma se desmoronó de inmediato.
Lo miré a los ojos. —No se lo digas...
Tal vez mi expresión fuera demasiado sincera, porque Gonzalo me observó con desconcierto. —¿Por qué no quieres que se lo diga? Si fueras la de antes, seguramente querrías que él lo supiera.
Fruncí los labios. —Quizá he cambiado, ¿no puede ser?
—Eso no se parece a ti. —Negó con la cabeza—. Antes, siempre que tenías la oportunidad de provocar su compasión, no la dejabas pasar.
Gonzalo soltó una sonrisa enigmática. —Ese tipo de estrategias de hacerte la víctima, las usabas con frecuencia.
Apreté los dientes. —Ah, ¿sí?
—Sí —contestó con indiferencia—. Pero cuando un truco se usa demasiado, deja de ser novedoso y, naturalmente, él ya no te presta atención.
Asentí, reconociendo que tenía razón.
—Entonces, no se lo digas; de todas formas, tampoco te creería.
Gonzalo me miró fijamente, con una expresión que parecía escudriñarme. —Realmente estás muy distinta, has cambiado mucho.
—¿En serio? —Eché un vistazo, co

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