Capítulo 27
No se podía negar que Salvatore tenía un rostro realmente apuesto, tan guapo que llegaba a provocar un leve aturdimiento.
Al fin y al cabo, fue el hombre del que estuve enamorada en secreto durante tanto tiempo; en aquella época, innumerables chicas de la escuela sentían algo por él, aunque la mayoría lo guardaba en el corazón.
Según había oído, solo unas cuantas chicas bonitas y con muy buenas cualidades se atrevían a cortejarlo, pero él parecía volcado por completo en sus estudios y en el trabajo, sin el menor interés en hablar de amor.
Ni siquiera sabía cómo había terminado casada con Salvatore.
Sinceramente, cuando recién desperté y supe que él y yo éramos marido y mujer, sentí una pequeña y agradable sorpresa.
Pero esa sensación se desvaneció pronto, borrada por su indiferencia.
Por muy bueno, guapo y rico que fuera, era frío como un témpano.
Que fuera frío ya sería soportable, pero lo peor es que no me mostraba el más mínimo respeto.
Una vida así, yo no la podía soportar.
Aun así

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