Capítulo 37
Me quedé rígida, conteniendo la respiración.
La mano de Salvatore, con un ligero callo, se posó en mi cintura, acariciándola suavemente.
—No te pongas tensa, relájate.
Su voz, grave y profunda, resonó justo en mi oído.
Cerré los ojos y fingí que ya estaba dormida.
Sentí un peso en la cintura cuando Salvatore me atrajo hacia su pecho.
Escuché un suspiro bajo y ronco junto a mi oído, seguido de su voz áspera. —¿Estás fingiendo que duermes?
No respondí.
Él apartó un mechón de cabello de mi oreja y depositó un suave beso en mi sien, pero, al final, no hizo nada más.
...
A la mañana siguiente, vi a Salvatore sentado al borde de la cama, de espaldas a mí, abrochándose los botones de la camisa. Entonces se me ocurrió una idea.
—Salvatore, me duele el estómago...
Dije de pronto, poniendo cara de dolor y sin emitir otro sonido mientras lo miraba.
—Cuando venga Carmela, dile que me lleve al hospital...
Los movimientos de Salvatore se detuvieron; hizo mala cara y me miró, llevándose una mano a la

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