Webfic
Abra la aplicación Webfix para leer más contenido increíbles

Capítulo 2

Sofía se dio la vuelta dispuesta a marcharse. Álvaro la detuvo: —Llévate también las cosas que dejaste en mi casa. Creía que Sofía reaccionaría como antes, que esas palabras la herirían y la harían mirarlo con los ojos enrojecidos para luego él decir que ya no pelearan y todo quedaría atrás. Pero Sofía no dijo nada. Simplemente, en silencio, comenzó a retirar, uno a uno, los rastros de su presencia en esa casa que conocía tan bien y que había sentido como su segundo hogar. En la entrada, estaban las pantuflas con ositos que Álvaro le había mandado hacer con su nombre. En la repisa de la cocina, la taza con fresas dibujadas, exclusiva para ella. En el sofá de la sala, la manta de felpa que siempre usaba. Fue sacando todo y lo echó en una caja vacía, como si solo se tratara de basura sin importancia. Mientras tanto, Álvaro y Natalia comenzaban otra partida del videojuego. En una pausa, Natalia, con sed, tomó con total naturalidad el vaso de Álvaro y bebió de él. Álvaro, obsesionado con la limpieza y que antes había despreciado la leche que Sofía probó, solo la miró en silencio. Después, Natalia comentó que tenía hambre y antojo de unos tacos caseros de un lugar lejano. Álvaro se levantó de inmediato, tomó las llaves del carro y salió sin vacilar. Sofía presenció todo, pero su corazón ya no sentía dolor; solo quedaba una profunda indiferencia. Cargando la caja, subió al segundo piso para recoger las últimas cosas en la habitación de Álvaro. Apenas empujó la puerta, una silueta se interpuso frente a ella. Era Natalia. Con una expresión de burla y triunfo en el rostro, le dijo: —Ya terminaste con Álvaro, ¿para qué vienes a buscar protagonismo? Sofía no quería discutir. Respondió con voz serena: —Solo vengo a llevarme mis cosas y cortar todo de raíz. Natalia soltó una risa burlona: —¿De verdad crees que con ese jueguito de irte y volver Álvaro te va a mirar otra vez? Ya se cansó de tus caprichos. Siempre amenazas con romper para que te ruegue. ¿Y qué más sabes hacer que pegarte como una lapa? —Te aviso, todo lo que te gusta me lo voy a quedar. ¿Seguiste a Álvaro a la Universidad del Norte? No importa, yo también fui aceptada. Me lo voy a ganar y te haré ver cómo terminas derrotada. Sofía no quiso responder. Con la caja en brazos, intentó rodearla. Natalia no cedió, la sujetó del brazo y soltó con crueldad: —¿Acerté, verdad? ¿Ya no tienes nada que decir? Das pena aferrándote así. Con razón Álvaro se cansó de ti. Seguro tus papás tampoco te educaron bien... —¡Paf! El sonido seco de una bofetada interrumpió sus insultos. Sofía, harta de todo, levantó la mano y descargó con fuerza una cachetada en su rostro. Ella podía soportar agravios, ¡pero jamás permitiría que alguien insultara a sus padres! Natalia se cubrió la cara, abrió los ojos incrédula y, furiosa, alzó la mano para devolver el golpe. En ese instante, se oyó la puerta abrirse en la planta baja. Álvaro había regresado. Una chispa brilló en la mirada de Natalia, de inmediato ideó un plan. De pronto, sujetó con fuerza la mano de Sofía y lanzó un grito desgarrador, arrastrándola consigo escaleras abajo. —¡Ahhh! Las dos rodaron por los escalones hasta caer pesadamente en la planta baja. Sofía sintió un dolor insoportable y su frente se golpeó contra un escalón, haciendo brotar sangre al instante. Natalia también quedó lastimada, pero enseguida se incorporó, se cubrió la cara mostrando la marca de la bofetada y, entre sollozos, gimió con voz lastimera: —Álvaro, Sofía de repente me golpeó y luego me empujó por las escaleras, me duele tanto... Álvaro contempló la escena caótica, y su expresión se endureció al instante. Él avanzó a zancadas, miró primero a la llorosa Natalia y luego a Sofía, que intentaba incorporarse. Su voz, fría como el hielo, tronó: —¿Qué te pasa? Esta es mi casa, ¿con qué derecho tocas a mi invitada? Sofía, conteniendo el dolor y el mareo, intentó explicarse: —¡Fue ella! Ella insultó a mis papás, yo solo... Álvaro la interrumpió con un grito autoritario y la mirada llena de decepción: —¡Basta! No quiero oír excusas. Mayordomo, acompáñela a la salida. El mayordomo mostró un gesto de incomodidad, pero aun así se acercó para indicarle a Sofía que debía irse. Ella vio cómo Álvaro se volvía hacia Natalia, la levantaba con cuidado, la llevaba al sofá y le curaba las heridas con el botiquín, como si fuera un tesoro frágil. En ese instante, Sofía sintió que le arrancaban el corazón; el dolor era tan intenso que apenas podía respirar. Recordó cuando ella se raspó la rodilla, Álvaro, angustiado, la cargó hasta la enfermería, susurrándole que no tuviera miedo y que pronto pasaría el dolor. Esa ternura y esa preocupación habían sido solo suyas. Ahora, toda esa paciencia y cuidado se volcaban en Natalia. Las explicaciones y el resentimiento se le atoraron en la garganta y se transformaron en una helada desesperanza. No dijo más. Con el cuerpo adolorido, dio un paso tras otro hasta salir de la casa. Sola, fue al hospital. El diagnóstico, leve conmoción cerebral y varios moretones; el médico recomendó dejarla internada en observación. Durante su estancia, el celular no dejaba de vibrar. Eran mensajes de Natalia, repletos de burlas, acompañados de fotos y videos donde aparecía Álvaro cuidándola. Álvaro le daba de comer avena, le pelaba manzanas e incluso la acompañaba a pasear por el jardín. Sofía miraba la pantalla sin expresión y no respondió a ninguno. Con el corazón muerto, esas provocaciones ya no podían herirla.

© Webfic, todos los derechos reservados

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.