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Capítulo 3

Tras salir del hospital, la clase organizó una fiesta de graduación. Sofía no quería asistir, pero no pudo rechazar la insistencia de sus compañeros. Apenas entró al privado, vio a Álvaro sentado junto a Natalia. Ella reía mientras le daba de comer fruta, y él no la apartaba. Al verla, los compañeros se miraron incómodos y le preguntaron en voz baja: —¿Otra vez se pelearon tú y Álvaro? Sofía negó con calma, la voz no era fuerte, pero sí lo bastante clara: —No estamos peleados. Terminamos. Todos se quedaron boquiabiertos: —¿Cómo que terminaron? ¡Si Álvaro siempre te ha tratado tan bien! —Sí, en el último año de prepa, cuando te enfermaste, casi se pelea con el profesor solo por conseguirte un permiso. —Y cada festividad te preparaba sorpresas que nos daban una envidia tremenda. —Ustedes eran la pareja que todos veíamos pasar de uniforme escolar a vestido de novia, ¿cómo es que justo al graduarse se separan? Mientras elogiaban a Álvaro, el corazón de Sofía se sintió sumergido en agua agria, hinchado y doloroso. Sí, Álvaro había sido bueno con ella, tan bueno que llegó a creer que sería para siempre. Pero precisamente por lo bueno que había sido, su frialdad y parcialidad posterior resultaban aún más crueles. Respondió en voz baja: —Si no somos compatibles, mejor separarnos. Nadie es indispensable. Además... Su mirada se deslizó hacia donde Álvaro servía una bebida a Natalia: —¿No se ven muy bien juntos ahora? Álvaro alcanzó a escuchar la frase, frunció el ceño y le dirigió una mirada compleja. El resto de la noche, como si quisiera provocarla, se esmeró en tratar a Natalia con atenciones exageradas, pegado a ella en todo momento. Creyó que Sofía sentiría celos, que se enfadaría, que incluso haría una escena como antes. Pero Sofía no lo hizo. Se quedó en un rincón, conversando de vez en cuando con quienes estaban cerca, con la mirada tranquila, como si él no fuera más que un extraño. Esa indiferencia total, en vez de aliviarlo, despertó en Álvaro una angustia desconocida. Instintivamente quiso acercarse a ella, pero Natalia lo tomó del brazo. Ella se puso de puntillas y le susurró algo al oído; sus pasos se detuvieron, el ceño se le frunció y terminó por sentarse de nuevo. Pronto, alguien propuso jugar Verdad o reto. Después de varias rondas, Natalia perdió. Su castigo fue besar a un chico presente durante tres minutos. Todas las miradas se posaron en Álvaro. El rostro de Natalia se tiñó de rubor, pero en sus ojos brillaba la provocación. Caminó directamente hacia él. Los compañeros inhalaron al unísono, murmurando: —Esto no está bien, Sofía todavía está aquí. Natalia, a propósito, volteó hacia Sofía y preguntó con voz melosa: —Tú y Álvaro ya terminaron. Si lo beso por un juego, no deberías molestarte, ¿verdad? De inmediato, su amiga intervino con sarcasmo: —Sofía ya es la ex, ¿qué derecho tendría a decir con quién besa Álvaro? De repente, todas las miradas se concentraron en Sofía, incluida la de Álvaro. Su mirada era profunda, cargada de presión, como esperando su reacción. Sofía bajó la cabeza, ocultando sus emociones bajo las pestañas, y dijo en voz baja pero clara: —En efecto, ya no tiene nada que ver conmigo. Una sola frase que trazaba una línea definitiva. El rostro de Álvaro se ensombreció; en sus ojos se agitaban la ira y una violencia contenida. Soltó una carcajada helada, rodeó la cintura de Natalia y, ante el asombro de todos, la besó con fiereza. —¡Muac! Se escucharon jadeos contenidos y exclamaciones sorprendidas, seguidas de un silencio absoluto. Sofía lo vio todo, cómo se besaban apasionadamente, cómo las manos de Natalia se enredaban en su cuello. Sintió el corazón atrapado por una mano invisible, apretado hasta casi convulsionar. Se clavó las uñas en la palma con todas sus fuerzas, conteniendo la angustia. No supo cuánto tiempo pasó, pero el beso, interminable, finalmente concluyó. La amiga de Natalia preguntó en voz alta, con malicia deliberada: —Álvaro, ¿y qué tal? ¿No fue mejor besar a Natalia que a Sofía? Álvaro la miró fijamente, esbozó una sonrisa gélida y dijo con voz baja y cruel: —Incomparable. Natalia gana por completo.

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