Capítulo 12
Alberto llegó apresurado, mientras que Víctor Campos apenas sonrió.
—¡No esperaba que en realidad vinieras!
La mirada de Alberto se llenó enseguida de una furia asesina, de un tirón, agarró a Víctor por el cuello de la camisa, completamente enfurecido.
—Víctor, no me digas que, para hacerme venir, inventaste que sabías el paradero de Esther a propósito.
Víctor y Alberto se conocían desde niños, uno era un noble de Costa Dorada, el otro un tipo bastante dominante en la misma ciudad.
Ambos tenían personalidades igual de fuertes, así que, era natural, que Víctor supiera que con Alberto no se podía bromear.
Cualquiera que se atreviera a engañarlo no tendría dónde caer muerto.
Víctor dejó de lado la expresión burlona y le entregó apresurado una dirección.
—Sé que estás desesperado. Escuché que tu esposa llegó al país de Torabela, así que enseguida utilicé mis contactos de este lugar para poder ayudarte. Por suerte, ella cambió de nombre y canceló su identidad, pero su hermana Mónica no tuvo

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