Capítulo 291
Al ver que no se refería a ese asunto, Verónica suspiró aliviada. Algo avergonzada, añadió: —Solo fue un pequeño favor, señor Tomás. Usted es muy amable.
Tomás sonrió radiante. —De todos modos, te causé molestias.
Al ver su reacción, Verónica no insistió más. —Entonces, muchas gracias, señor Tomás. Lo tomaré como una invitación suya para que todo el personal médico lo disfrute con agrado. En un rato lo repartiré con todos.
Tomás no hizo ningún comentario al respecto. Una vez entregado el obsequio, lo que ella decidiera hacer con él era asunto suyo.
Después de despedir a Verónica, Tomás regresó a la habitación.
Rocío estaba sentada al borde de la cama; al verlo entrar, dijo: —Ya he terminado de recoger mis cosas.
—De acuerdo. —Tomás se acercó y, con un gesto de total naturalidad, tomó la bufanda que estaba sobre la mesa, queriendo ponérsela.—Está nevando afuera. Póntela, no te vayas a resfriar.
Rocío ya no estaba acostumbrada a ese tipo de cuidado y cercanía. Enseguida quiso apartarse.

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