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Aprendí a dejar irAprendí a dejar ir
autor: Webfic

Capítulo 4

Cuando volvió a despertar, Carla descubrió que estaba acostada en un hospital. Quien estaba a su lado no era Teodoro, sino la niñera de la casa, Olga. —Señora Carla, por fin ha despertado —dijo Olga con el corazón aún estrujado—. Fui yo quien la trajo al hospital, y también fui yo quien preparó la leche de soya. Lo juro, de verdad que no le puse soja amarilla. Carla cerró los ojos, y una lágrima le surcó la comisura. —Lo sé muy bien. La leche de soya la había preparado Olga, y ella estaba cien por ciento segura de que no contenía soja amarilla. Aun así, Carla prefería creer que había tenido una reacción alérgica y que por eso fue llevada de urgencia al hospital. ¿Pero Teodoro? Ese hombre que le había prometido amarla por toda la vida, ¡sin importarle la había dejado sola en casa a esperar la muerte! La habitación de Lorena estaba justo al lado. Carla se había levantado en medio de la noche para ir al baño, y entonces descubrió que Teodoro llevaba todo el tiempo al lado de la cama de Lorena. Antes, cuando ella se enfermaba, Teodoro también la cuidaba con esmero día y noche sin descanso. Él era el heredero de una familia poderosa, tenía asuntos incontables que atender a diario, pero cada vez que ella enfermaba, él dejaba de lado todo lo que tenía en las manos y iba corriendo personalmente a cuidarla. Le traía agua, le cocinaba con sus propias manos, la persuadía con ternura para que tomara su medicina... Al recordar todo aquello, los ojos de Carla no pudieron evitar enrojecerse. No entendía por qué aquel amor tan bello que una vez tuvieron, ahora había terminado de esa forma. —Teodoro, me estoy muriendo, y antes de morir quiero una respuesta —en la habitación, Lorena yacía temblorosa en brazos de Teodoro, con lágrimas en los ojos y una voz apenas perceptible —. Después de todos estos años juntos, ¿alguna vez me has amado? Teodoro guardó silencio, durante mucho rato no pudo decir palabra alguna. —Aunque haya sido una sola vez — Lorena lloró desconsolada—. Teodoro, no te pido que me ames con todo tu corazón. Si me has tenido aunque sea un mínimo de afecto sincero, entonces podré morir sin ningún tipo de arrepentimiento. Al ver las lágrimas que corrían por la cara de Lorena, Teodoro sintió una punzada de dolor. Parecía que ya no podía reprimir más sus sentimientos, y extendió los brazos para abrazar con fuerza a Lorena. —Lorenita, claro que tengo sentimientos muy profundos por ti —dijo Teodoro—. Perdóname, no puedo decirte que te amo, porque ya tengo a Carla, y no puedo traicionarla, pero si ella no existiera, podría decirte con total responsabilidad que tú serías la mujer que más he amado en este mundo. El corazón de Carla se sintió como si le hubieran hecho un agujero, por donde el viento se colaba sin cesar, helando y doliendo al mismo tiempo. Carla se llevó la mano a la cara, y fue entonces cuando descubrió que en algún momento había empezado a llorar. Ella había pensado que Teodoro y Lorena estaban juntos solo por la emoción del momento. Había creído que entre ellos solo había un ardiente deseo, no amor. ¿Pero cómo iba a no haber amor? Cuando Lorena escupió sangre y cayó al suelo, los ojos de él estaban llenos de preocupación. Cuando Lorena metió la pulsera que ella le había comprado en aquel lugar tan repugnante, él tampoco la reprendió. La balanza en su corazón ya se había inclinado hacia el otro lado desde hacía mucho. Carla se alejó temerosa entre lágrimas, y apenas había dado unos cuantos pasos cuando su teléfono comenzó a vibrar. Lorena le había enviado un video. Debajo del video, había una frase. [Lo que una vez fue tuyo, ahora también es mío]. Carla abrió enseguida el video y apareció ante ella una animada boda. Carla reconoció de inmediato que aquel era el lugar donde ella y Teodoro celebraron su boda. No solo era el mismo lugar, la decoración y todos los arreglos eran exactamente iguales; por un momento, Carla incluso pensó que era el video de su propia boda. Hasta que Lorena apareció en cámara con traje de novia, y Carla sonrió con despecho. —Lorenita, ya Teo me lo contó todo, estás embarazada de él, ¡y de gemelos! —en el video, la madre de Teodoro, Matilde, le sostenía la mano con mucho afecto, con una expresión que demostraba cuánto la apreciaba. —¡Estoy tan feliz! ¡Eres una gran bendición para la familia Flores! —Aunque tú y Teo no puedan registrar legalmente su matrimonio, te lo prometo: lo que tenga Carla, lo tendrás tú, y lo que no tenga Carla, también lo tendrás tú. Mientras hablaba, Matilde se quitó la pulsera verde que llevaba puesta. —Esta es una pulsera heredada de la familia Flores, alguna vez la llevó una princesa —dijo Matilde con una linda sonrisa. —La familia Flores solo tiene esta, y solo se entrega a la nuera. Entonces, Matilde le colocó orgullosa la pulsera en la muñeca a Lorena. —¡Lorenita, tú eres la única nuera que estoy dispuesta a reconocer!

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