Capítulo 142
Ana respondió de inmediato: —¡Claro que sí! ¡Voy para allá en un momento!
Al colgar, Ana se sintió inmensamente feliz.
Del otro lado, el mayordomo también se relajó un poco.
Miró hacia la habitación de donde provenían golpes y ruidos metálicos, respiró hondo y se dirigió hacia allí.
Tocó suavemente la puerta.
Desde dentro se escuchó la voz de un joven cargada de furia y obsesión. —¡Lárguense! ¡No quiero que nadie me moleste!
—Señor Raúl. La profesora Ana dijo que también tiene tiempo los fines de semana y que vendrá en un momento para darle clases particulares.
El estruendo dentro del cuarto se detuvo de inmediato.
Pasó un breve silencio antes de que Raúl hablara con cierto apremio: —Haz que alguien venga rápido a limpiar.
—Sí, señor Raúl —contestó el mayordomo con respeto.
Como mayordomo, su único objetivo era lograr que Raúl se calmara.
El dinero que recibían cada mes bastaba para contratar a diez u ocho tutores, si él lo deseara.
El mayordomo organizó enseguida a varias personas par

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