Capítulo 12
Al día siguiente de recibir los treinta millones de dólares, Mariana fue a la cárcel.
Por supuesto, no para visitar a Verónica.
En la sala de visitas, una reclusa corpulenta le sonrió con servilismo.
—Hice exactamente lo que pediste. Le dimos una paliza a Verónica. La dejamos tirada en el suelo, sin poder levantarse. Al final escupió sangre.
Una chispa de malicia iluminó los ojos de Mariana: —Bien hecho. Sigue dándole una lección.
La mujer frunció el ceño, algo confundida: —Pero esa misma noche la sacaron en ambulancia. No sé si sigue viva.
¿Ambulancia?
La sonrisa de Mariana se congeló.
Recordó la llamada de tres noches atrás, cuando contestó el teléfono de Jairo mientras él se duchaba.
Alguien había mencionado una emergencia y un aviso de estado crítico.
Ella, eufórica por el éxito de su trampa, solo dijo que se habían equivocado y colgó.
¿Y si aquella llamada de urgencia era por Verónica?
La invadió una oleada de júbilo, si Verónica estaba muerta, no tendría que eliminarla.
Antes de

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