Capítulo 13
El auto de Jairo zigzagueaba entre el tráfico, saltándose un semáforo tras otro.
El estruendo de bocinas y sirenas se mezclaba con los frenazos de las motocicletas de tránsito que lo alcanzaron.
—¡Chirrido!
Antes de que el carro se detuviera, Jairo salió disparado.
Dos agentes lo frenaron: —¡Alto! Conducción temeraria y obstrucción del tráfico.
Con los ojos inyectados de ira, Jairo gritó: —¡Quítense!
De un puñetazo derribó a un oficial: —¡Soy el presidente de Grupo Montoya! ¡La mitad de la economía de Vistaluna depende de mí! ¡Aunque atropellara a alguien hoy, nadie tiene derecho a detenerme!
Se giró y corrió a urgencias: —Busco a Verónica. ¿En qué habitación está?
La enfermera dio un salto, sorprendida: —En las salas comunes no figura ninguna paciente con ese nombre.
El corazón de Jairo parecía salirse de su pecho: —¡Entonces busque en la UCI! ¡Está gravemente herida, debe estar allí!
La enfermera tecleó con rapidez y murmuró para sí: —Qué raro, hoy ya vinieron otros preguntando por e

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