Capítulo 20
Bahía Clara, en el sanatorio.
Verónica se sentó frente a Gustavo, los dedos crispados por la tensión.
Gustavo hojeaba, concentrado, un grueso expediente de evaluaciones psicológicas.
Durante ese mes, Verónica había renacido.
La terapia intensiva y un costoso entrenador de boxeo la ayudaron a superar sus traumas y aprender a pelear.
Por fin, Gustavo cerró el informe y la miró con una sonrisa de alivio.
—Felicidades, señora Verónica.
—Según los indicadores de la evaluación, tus heridas físicas han sanado; incluso estás más fuerte. El trauma casi ha desaparecido.
Verónica dejó escapar un largo suspiro.
Gustavo miró la firmeza de sus brazos con una chispa de humor:
—Con tu estado actual, si me das un puñetazo, creo que me dejas hospitalizado medio mes.
Verónica no pudo evitar curvar los labios en una leve sonrisa.
Gustavo sacó entonces un sobre sellado y se lo entregó con solemnidad.
—Aquí está el original de mi informe de evaluación, el que elaboré para ti cuando estabas en prisión. Tiene

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