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Capítulo 5

Mariana tomó a Verónica del brazo y la arrastró de grupo en grupo, mostrándola como una atracción. —Señora Jazmín, le presento a Verónica, mi mejor amiga. Salió de prisión hace poco. —¡Señorita Esmeralda, cuánto tiempo! Esta es Verónica, acaba de salir; ya sabe, la cárcel no es un lugar agradable. ... En cada presentación, repetía lo mismo, que Verónica estuvo tres años presa. Las miradas se volvían esquivas, como si temieran contagiarse de su desgracia. Verónica, al límite, apartó su mano con frialdad: —Voy al baño. Apoyada en el lavabo, respiraba agitadamente. En ese momento, la puerta del baño se abrió. Mariana entró con el ceño fruncido, fingiendo preocupación: —¿Estás bien? No escuches a esas mujeres... La interrumpió Verónica con frialdad: —¡Basta! Ya sé lo tuyo con Jairo. —Te conozco. Te gusta presumir. Esos cabellos, ¿los dejaste a propósito, verdad? Pero su gesto cambió pronto por uno de alivio y desprecio. Sacó su polvo compacto y comenzó a maquillarse: —Fingir cansa. Si ya lo descubriste, no hay por qué seguir actuando. —¿Por qué? La voz de Verónica tembló, rota: —¡Éramos las mejores amigas! —¿Por qué? Luego la miró de arriba abajo, con burla: —Somos igual de comunes. ¿Eres más bonita? ¿Más encantadora? ¿Más capaz? ¿Por qué tú te casaste con Jairo y entraste a la alta sociedad? Su tono se volvió cada vez más agudo, rebosante de una envidia acumulada por años: —Por eso te lo quité todo. Incluido a Jairo. El cuerpo de Verónica se heló. Con los dientes apretados, logró murmurar: —¿No temes que le cuente a Jairo quién eres en realidad? Mariana rió con burla: —Hazlo. A ver a quién cree, ¿a mí, que lo acompañé estos tres años como una amante dulce y perfecta, o a ti, la esposa que acaba de salir de prisión y parece una loca? Vamos a ver quién juega mejor. ¡Descarada! ¡Inaudito! Verónica temblaba de furia. La esquivó y salió del baño a toda prisa. Mariana fue tras ella. En el descanso de la escalera, de repente, le agarró la muñeca con fuerza. Verónica, sorprendida, se volvió justo para ver cómo Mariana se dejaba caer hacia atrás. —¡Ah, socorro! Un grito desgarrador retumbó en el salón. Verónica no alcanzó a reaccionar. Ante sus ojos, Mariana rodó por los escalones. El estruendo atrajo de inmediato todas las miradas. Jairo fue el primero en correr. Con el rostro sombrío, bajó los escalones de un salto y se arrodilló junto a la inerte Mariana. Alzó la cabeza de golpe, y sus ojos, cargados de furia, se clavaron en Verónica: —¿Qué le hiciste?

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