Capítulo 13
El hijo que Berta llevaba en el vientre, al final, no pudo ser salvado.
Jacinto ya había añadido en secreto el abortivo con anticipación.
Sin embargo, la sangre del cordón umbilical fue preservada y, con la mayor rapidez posible, se transfundió al cuerpo de Claudio.
Berta yacía débil en la cama del hospital, con los ojos inyectados en sangre.
—Lo hiciste a propósito. Nunca quisiste que el niño naciera; solo querías la sangre del cordón umbilical.
—Planeaste el momento con precisión, lo hiciste adrede, solo para humillarme frente a todos.
—Jacinto, qué corazón tan cruel tienes... ¡también era tu hijo!
Pero mientras gritaba, un sabor metálico y amargo subió de golpe por su garganta.
La sangre espumosa se coló en su tráquea, asfixiándola; el rostro se le volvió ceniciento, y parecía que iba a escupir los pulmones.
Jacinto la observó con repulsión; su voz sonó aún más fría y despiadada. —Ya que te gustaba tanto usar a ese niño como amenaza, era mejor acabar con eso de una vez.
—En cuanto a

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