Capítulo 7
Cuando nuestras miradas se cruzaron, en sus ojos brilló un destello de alegría.
Se acercó y extendió la mano para acariciar a Valeria.
—Niña linda, por fin papá puede verte.
Pero Valeria apartó su mano de un golpe:
—Señor, qué raro es usted. Yo ya tengo papá. ¿Usted se escapó del hospital o qué?
La sonrisa de Alejandro se quebró.
Sacó su teléfono y mostró unas viejas fotos de nosotros, tratando de probar su relación con nosotras.
Valeria ni siquiera las miró; se giró y se escondió en mi abrazo:
—Mamá, ¡qué miedo! ¿De verdad casi me das a este señor como papá?
—Menos mal que te casaste con mi papá de verdad.
—Papá es alto, guapo y no se mete con otras señoras. Qué bueno que seas su esposa.
Acaricié la mejilla de Valeria y, divertida, le prometí que luego iríamos a comer helado.
Alejandro, desesperado, gritó:
—¡Julieta! ¿Por qué sigues engañándote? ¡Tú me amas, siempre me has amado!
Mis pasos se detuvieron. Él se apresuró a acercarse y susurró en mi oído:
—Ya me divorcié de Malena. Ayúda

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