Capítulo 8
Cuando llegamos al cementerio, vimos a un hombre salir apresurado, casi huyendo.
Al ver su perfil, reconocí con asombro que era Alejandro.
De repente, recordé que en cada aniversario de la muerte de mi madre, él solía acompañarme a visitarla.
Hasta que se juntó con Malena, y nunca volvió.
Había oído que, tras la adquisición del Grupo Pineda, lo habían echado de su propia casa.
Hace unos días incluso trató de venir a verme, pero ordené que no lo dejaran pasar.
Desde entonces no lo había vuelto a ver. Jamás imaginé que aparecería hoy, el día del aniversario de mi madre, para dejarle flores.
Miré el ramo de lirios frescos sobre la tumba y, con gesto sereno, lo aparté. Luego coloqué las flores que yo misma había traído.
Un hombre tan sucio como Alejandro no merecía mancillar la tumba de mi madre.
Al contemplar la foto de aquella mujer de mirada dulce, las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas.
Me agaché y abracé la lápida, contándole todo lo que había pasado durante estos años, como

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