Capítulo 39
Siete de la noche, restaurante occidental.
—Srta. Patricia, hacía meses que no la veía; su porte es cada vez más distinguido y encantador.
—Jefe Mateo, exagera. —Patricia sonrió con cortesía al hombre de mediana edad con gafas que tenía enfrente.
Por dentro, sintió un ligero malestar: ¿no podía alabar su capacidad o sus dotes profesionales y tenía que empezar elogiando su porte?
Patricia sabía mejor que nadie que ese llamado porte no era otra cosa que la imitación perfecta que había hecho de Silvia.
—Jefe Mateo, escuché que usted tiene colaboración con el Grupo Brisalia. Seguramente tendrá invitaciones de sobra para su recepción, ¿verdad?
Un destello de desagrado pasó por los ojos de Patricia; la mirada descaradamente evaluadora de Mateo la encendía de ira.
Aun así, no le tenía miedo. Mateo no se atrevería a usar métodos bajos o sucios contra ella.
Después de todo, ella era empleada de Armando y, sobre todo, su secretaria personal.
Por respeto al nombre de Armando, cualquiera que quisi

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