Capítulo 14
La exesposa de Jesús, aquella mujer a quien alguna vez había despreciado por su comportamiento inmaduro, ya se había fusionado con él a lo largo de nueve años, convirtiéndose en una parte inseparable de su vida.
El orgullo de Cecilia, su talento, su dependencia, incluso sus arrebatos, todo eso formaba una parte esencial de la existencia de Jesús.
Y la supuesta "ternura y docilidad" que Jesús había elegido en lugar de ella, no era más que una ilusión.
El sueño se desvaneció, dejando solo un vacío infinito y un arrepentimiento profundo.
Pero ya todo era tarde.
Aquella Cecilia, que alguna vez estuvo llena de amor y devoción por Jesús, había sido destruida por él mismo en el fuego.
Lo que quedaba era un Jesús vacío, consumido, atrapado en la jaula que él mismo eligió, condenado a vivir el resto de su vida saboreando el dolor desgarrador que llegaba tarde.
El tiempo no había sanado el vacío en su interior, sino que había fermentado ese arrepentimiento tardío y esa pérdida, volviéndolos cada

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