Capítulo 22

Desde el principio hasta el final, Emilio nunca miró a Jesús; lo ignoró por completo. Con total naturalidad, pasó un brazo sobre los hombros de Cecilia, protegiéndola, y caminó junto a ella hacia la salida. Jesús se quedó paralizado, observando su figura alejarse, estaban perfectamente sincronizados. Al ver la sonrisa suave que Cecilia le dedicaba a Emilio, una sonrisa que él nunca había recibido, sintió cómo su corazón se apretaba, como si una mano invisible lo estrangulara. El dolor era tan intenso que casi no podía respirar. ¡Crash! Fuera de sí, dejó caer las flores que había preparado con tanto esmero, símbolo ridículo de su inútil intento por recuperar lo perdido. Cayeron al suelo frío. Los empleados que pasaban con prisa no se detuvieron; pisotearon sin piedad los delicados pétalos, y en cuestión de segundos solo quedaron esparcidos restos de flores marchitas y hojas destrozadas. Era como su propio amor: hecho pedazos, pisoteado, pero aun negándose a desaparecer; un sentimiento t