Webfic
Abra la aplicación Webfix para leer más contenido increíbles

Capítulo 5

El corazón se me hundió. Supe que ya no había forma de seguir ocultándolo. Le conté a Tomás aquella relación absurda que había tenido con Rodrigo. Al ver su rostro demacrado, no me atreví a contarle que Rodrigo había usado la boda como venganza contra mí. Tras escucharme, los ojos de Tomás se enrojecieron de ira. —¡Ese desgraciado! ¿Cómo pudo ponerle las manos encima a su propia hermana? Luego me miró con una expresión compleja: —Dime, ¿qué piensas hacer ahora? —Ya decidí irme al extranjero a desarrollarme. En el futuro, les desearé lo mejor. Dije en voz baja. Tomás suspiró aliviado, pero enseguida su voz se quebró: —Soy yo quien le falló a tu familia. Nunca tuve el valor de decírtelo. En realidad, tu padre no iba a tomar ese vuelo. Fui yo quien le pidió que cuidara de Jimena cuando iba al médico, y por eso cambió el pasaje... Jimena era la madre de Rodrigo. En ese instante, por fin entendí la verdad. Mi padre había terminado en el mismo avión que Jimena solo para ayudar a Tomás. Al conocerlo todo, sentí que la realidad era absurda hasta el extremo. No fue mi padre quien citó a Jimena para huir juntos, sino que aceptó la petición de Tomás y la acompañó por buena voluntad. Y esa buena voluntad solo trajo la destrucción de nuestra familia. Hoy, incluso yo, su hija, había sido convertida en objeto de venganza. ¡Si mi padre no hubiera aceptado ayudar a Tomás, no habría muerto! Tampoco habría sido señalado como el hombre que sedujo a Jimena y huyó con ella, cargando con una infamia hasta el final de su vida. Mi madre no habría muerto de pena creyéndose traicionada. Yo no me habría quedado huérfana. Durante todos esos años, por bien que Tomás me tratara, siempre viví cargada de culpa y gratitud, como si expiara los pecados de mi padre, convencida de no merecer nada. Me cubrí el rostro. Las lágrimas cayeron en silencio. Tomás, lleno de culpa, me secó las lágrimas y colocó varios contratos frente a mí. —Les fallé a ti y a tu madre, y además provoqué la muerte de tu padre. Esta es la empresa que él dejó en su momento; ahora te la devuelvo. Y aquí está el cincuenta por ciento de las acciones de la familia Rivas. Considéralo una compensación. —Pase lo que pase, tú siempre serás mi princesa. Ya no pude contenerme. Llorando, me lancé a sus brazos. En aquel entonces, él tampoco lo hizo a propósito. Durante todos estos años, siempre me había tratado como a una hija de sangre. Las cosas que hizo Rodrigo, no quería que Tomás sufriera por ellas. Lloré durante largo rato, hasta que Tomás me preguntó qué pensaba hacer a partir de ahora. Luego dijo: —Si te incomoda, puedo mandar a Rodrigo a África. No tienes por qué obligarte a irte tan lejos. No pude evitar sonreír. Sabía que lo decía por miedo a que yo sufriera fuera. Pero también sabía que Rodrigo era su hijo. Así como me quería a mí, también lo quería a él. No quería ponerlo en una situación imposible. Por eso, la mejor solución era que me fuera yo. —Papá, ya lo he pensado bien. Quiero salir al mundo y desarrollarme. Le dije con una sonrisa. —No quiero pasar la vida entera escondida en casa como una princesa. También quiero convertirme en reina. Tomás me acarició la cabeza con cariño: —De acuerdo. Desde pequeña siempre has tenido las ideas claras; te apoyo. Antes de que salgas del país, no permitiré que Rodrigo vuelva a molestarte. Tomás me asignó dos guardaespaldas para protegerme las veinticuatro horas. Rodrigo ya no tuvo oportunidad de acercarse a mí. Varias veces noté cómo me hacía señas con la mirada para que despidiera a las guardaespaldas. Pero fingí no darme cuenta. Los días transcurrieron así, en una calma aparente, hasta que llegó el día de su boda. No sé qué método usó Rodrigo para alejar a las guardaespaldas. Entró en mi habitación con un vestido de novia en la mano. —Sofía, date prisa y cámbiate. Te llevaré conmigo. En la boda, tú sustituirás a Mónica. Mientras hablaba, se acercó para ayudarme a cambiarme. Di un paso atrás y casi tropecé con la maleta a mis pies. —¿Qué es esto? ¿Te vas a ir de casa? Rodrigo levantó la maleta que había volcado y me miró con el rostro sombrío. Pensando que en unos momentos me iría para siempre, no mentí. Le respondí con calma: —Sí. Me voy al extranjero. Te deseo una feliz boda. No volveré nunca más. Rodrigo me observó largo rato y, de pronto, soltó una risa: —Te estás pasando de caprichosa, y eso también me enfada. ¿No será que te importa que me case con Mónica? Ella solo está actuando conmigo. Después de la boda, haré pública nuestra relación. A estas alturas, todavía seguía actuando. Lo miré a los ojos. La ternura que reflejaban parecía sincera. Si no hubiera conocido ya su plan, habría creído ingenuamente que todo lo hacía pensando en nuestro futuro. Guardé silencio. Desde fuera llegaron pasos: las guardaespaldas habían regresado. Rodrigo me metió el vestido de novia en las manos y me indicó: —Cámbiate y luego sal. Sube al taxi amarillo de afuera; te llevará al lugar de la boda. Dicho esto, se fue apresuradamente. Pero él no sabía que yo no asistiría a esa boda. Cuando se fue, dejé el vestido de novia junto a aquel montón de objetos viejos. Tomé la maleta y salí sin dudar. Rodrigo, ya no voy a esperarte más. A partir de ahora, no volveremos a cruzarnos.

© Webfic, todos los derechos reservados

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.