Capítulo 9 Epílogo (Rodrigo)
El día en que vi a Sofía casarse con otro, bebí sin medida.
Creí que así podría adormecerme.
Que podría aceptar el hecho de que ya no me pertenecía.
Pero cuando la vi pronunciar sus votos con ese hombre, no pude contenerme y le grité:
—¡Sofía, no aceptes! ¡Mírame; vuelve la cabeza!
No llegué a terminar de gritar cuando los hombres de su prometido me taparon la boca y me arrojaron fuera.
No, ahora debería llamarlo su esposo.
Me incorporé tambaleándome. El alcohol me nublaba la vista.
Pero aun así mis pasos me llevaron, sin querer, hacia el lugar de donde salía la música de la boda.
La gente de Álvaro no volvería a dejarme entrar.
Solo pude sentarme contra un muro cercano.
Escuchando desde fuera la algarabía del festejo, mientras recordaba todo lo que había vivido con Sofía.
La primera vez que la vi, yo acababa de perder a mi madre, y ella había perdido a sus dos padres.
Era tan pequeña, escondida detrás de mi padre, mirándome con nerviosismo.
Entonces pensé que quería ser su mejor herma

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