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Capítulo 16

Esperé sentada frente a la persona que encontré en mi casa, pues deseaba que se despertara para poder interrogarla. Cuando lo hallé, no estaba inconsciente, fui precisamente yo quien lo puso en ese estado con mis brillantes habilidades. Aunque, ¿en verdad alguien podía culparme? —Soy una muchacha que vive sola. ¿Cómo se debería actuar si encuentras a alguien en tu casa, husmeando en la cocina sin permiso? Es decir, ni siquiera tenía las llaves, lo que significa a las claras que invadió mi territorio. —Mira quién habla de invasión —dijo Ariana, lo que me hizo poner los ojos en blanco. —Eso es diferente, ¿bien? Yo no he irrumpido en la casa de nadie —repliqué y estaba a punto de continuar cuando mi celular empezó a sonar. Al ver la llamada de Mark, respondí en un instante, ya que quería contarle sobre lo sucedido. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, él empezó a hablar: —¿Has visto mi sorpresa? —Esas fueron sus primeras palabras. —¿Sorpresa? ¿De qué sorpresa estás hablando? —pregunté confundida. —¿Ya estás en casa? Te preparé una sorpresa —repitió y me confundió aún más. —De verdad, Mark. Ya no estoy de humor para sorpresas. Llegué a mi casa y me encontré a un desconocido... —comencé a contarle, pero Mark me interrumpió. —¿Limpió bien la casa? —preguntó él. —¿Qué quieres decir con que si limpió bien? —pregunté. —No me digas que no hizo bien su trabajo. Le dije que lo hiciera bien o no compartiría mi colección de Xbox. Ponme con él. Déjame hacer entrar en razón a mi hermano —continuó y, aunque ya estaba comprendiendo la situación, todavía esperaba que estuviera equivocado. —Mark, vas un poco rápido. ¿Puedes explicarte bien, por favor? Empieza por decirme lo que hacía este hombre en mi casa —dije, mientras esperaba que no fuera lo que parecía. —Vamos, Alexis. No me digas que estudiar te está volviendo más tonta ahora. Cuando me dijiste que volverías a tu casa del bosque durante algún tiempo, imaginé que tendría un aspecto horrible, con toda la suciedad impregnada en tus cosas; así que le pedí a mi hermano, que estaba cerca de esa zona, que fuera a limpiar. Le dije que usara las llaves de repuesto que siempre tienes escondidas en la entrada. Y, a cambio, le prometí que lo dejaría jugar con mi colección de Xbox durante un tiempo porque me voy de viaje de negocios a otro país y puede que tarde un mes en volver —dijo Mark y, por mucho que odiara admitirlo, había cometido un terrible error. —Te avisé, ¿no? —se burló Ariana. —Nunca mencionaste nada parecido a esto, ¿bien? —repliqué antes de mirar a la persona que tenía delante, que estaba atada a la silla como un prisionero. —¿Hola, Alexis? ¿Qué está pasando ahí? ¿Por qué no hablas? Ponme con él —pidió Mark. Entonces, ¿cómo se suponía que iba a poner a un hombre inconsciente al teléfono? —No puedo, Mark. Yo... umm... las condiciones no son favorables para eso —le respondí y traté de parecer lo más razonable posible. —¿Qué quieres decir con que las condiciones no son favorables? ¿Te está amenazando o algo así? No le tengas miedo, ¿bien? Patearé su trasero si intenta ponerte un dedo encima. Yo... —No puede ponerme un dedo encima, ya que está incapacitado para eso. Ahora mismo está inconsciente frente a mí, atado a una silla, como un prisionero —le expliqué y fui directo al grano. De todos modos, no tenía sentido ocultarlo. Tarde o temprano, lo sabría. Todo quedó en silencio por un buen rato al otro lado de la línea. No sabía lo que le pasaba a Mark por la mente en aquel instante. ¿Me culparía por lo que le hice a su hermano? Es decir, le pidió que limpiara la casa por mí y, en lugar de estar agradecida, lo golpeé con un bate de béisbol; además, era su hermano. —Mark, ¿estás ahí? —pregunté después de que no respondiera durante más de un minuto. —¿Quieres decir que golpeaste a mi hermano y ahora está inconsciente? —preguntó, lo que me llevó a murmurar un sí con algo de pena. De seguro me regañaría o eso era lo que había pensado, pero lo que ocurrió a continuación fue algo que no me esperaba en absoluto. Mark empezó a reírse de manera histérica como si hubiera ganado el mayor premio del mundo, lo que me hizo mirar el celular para asegurarme que se trataba solo de él. —El imbécil se lo merecía. Ahora dime qué pasó. Esta información es demasiado valiosa como para no escucharla en detalle —me pidió él y, devuelta al pasado, fui contándole todo lo sucedido. Veinte minutos antes… «Tiene que ser una broma». Fue el primer pensamiento que me pasó por la mente cuando entré en mi casa del bosque y vi su estado. Si decía que solo estaba sorprendida, habría mentido, la verdad sentía más que eso. Me impactó ver el estado de mi casa, no porque estuviera muy sucia, llena de insectos o de desechos de animales. No. Quedé sorprendida porque estaba limpia. Y por limpia no me refiero solo a la ausencia de las cosas que mencioné, sino a todo. No había ni un rastro de polvo en la mesa. Parecía que alguien la había limpiado recientemente, ese mismo día. —Sin embargo, ¿cómo pudo ocurrir esto? Las llaves solo las tenemos Mark o yo. ¿Y si hay algún intruso dentro? ¿Y si alguien tiene la intención de matarme y entró en la casa con ese objetivo o para acosarme o, peor aún, entregarme a un alfa? —pensé antes de sujetar el bate de béisbol que guardaba cerca de la puerta. —Sí, como si un asesino o acosador viniera a tu casa y dijera: Uy, la casa de esta muchacha está muy sucia. Deja que la limpie antes de matarla o acosarla, ¿verdad? —dijo mi conciencia, mientras yo solo puse los ojos en blanco. —¿Qué sabe ella? No es más que una conciencia. —Por enésima vez, ¡que soy tu lobo, mujer! —gritó Ariana. —Si eres mi lobo interno, entonces muéstrate ante mí. Vamos, conviérteme en lobo. ¿Puedes hacerlo? —grité en mi mente, solo para que ella se quedara tranquila de nuevo—. Bueno, ¡eso es lo que había pensado! —me burlé antes de mirar por la ventana. Ya estaba empezando a oscurecer y tenía que arreglarme para ir a la fiesta, además, debía ir de compras también. Aunque, antes de todo esto, necesitaba averiguar cómo alguien había entrado en mi casa. ¡¡¡Crac!!! Escuché un sonido extraño, como si algo se hubiese roto. Provenía de la cocina, por lo que giré la cabeza en esa dirección. Sostuve el bate de béisbol con fuerza y me puse en posición, avancé hacia la entrada de la cocina y vi una cabeza que salía de mi estantería. —Hola. Debes ser... —dijo al verme, pero no lo dejé continuar. «¡Está claro que hay un intruso!». Fue lo único que me pasó por la mente antes de utilizar mi bate y golpear a la persona directo en la cabeza. … Bien, al terminar de repasar lo que había sucedido veinte minutos antes, levanté la vista y me sorprendí cuando mis ojos se encontraron con un par de ojos marrones oscuros. —Ja, ja, ja... No te tomarás esto a pecho, ¿verdad? —Eso fue lo primero que dije y no sé si debí alegrarme de que aquella persona sonriera ante mis palabras o debí preocuparme porque su sonrisa parecía algo espeluznante.

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