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Capítulo 2

Entré a la escuela aún mareada tras lo ocurrido en el auto, con la cabeza baja, como siempre. —Miren, llegó la Omega. —¡Rayos! Tiene las mejillas rojas. —Quién sabe en qué andaría esa cualquiera. —Seguro intenta robarle la pareja a alguien para mejorar su posición en la manada. —Es una p*rra. —Parece un tomate. —De seguro Brittany se va a divertir con ella hoy. —No lo hará. Está ocupada con Brandon en aquella aula vacía. Me dolió. No sé por qué, pero desde que Brandon me defendió frente a toda la manada, mis sentimientos por él se dispararon. Si pensaba en él con otra mujer, sentía sensaciones de dolor y traición, a pesar de saber que era una tontería de mi parte. Lo que más odiaba es que estuviera con Brittany. Ella no era una buena persona. Desde aquel día en que Brandon me defendió, estaba enfurecida. Se le notó en los ojos, y decidió empeorar mi situación y enamorar a Brandon. Sabía que yo estaba enamorada de él, y lo hizo porque así de retorcida era. Quería arruinar mi felicidad por completo y dejarme sin esperanzas. Está mal que piense así de Brandon. En algún lugar, hay una pareja para mí, quien de seguro me espera, y aquí estoy, experimentando sentimientos hacia otros lobos. ¿Será un problema hormonal? Sentada en la esquina más apartada del aula, soñaba despierta y esperaba a que terminara el día de clases. Era mi rutina diaria: ir a la escuela, esperar a que terminaran las clases y soportar que alguien abusara de mí si estaba de humor para ello. Tras ocho horas insoportables, por fin terminó el día y me sentí feliz. Ya eran las tres de la tarde y había decidido cómo hacer que mi día fuera especial. Había pasado mis últimos tres cumpleaños encerrada en mi habitación, pero no lo haría así esta vez. Era un cumpleaños especial: cumplía dieciocho años, una edad muy significativa para los lobos. Era el momento de encontrar una pareja, mi otra mitad, la persona que debía amarme y adorarme sin importarle mis defectos. Era también la razón por la cual quería vivir. Quería vivir porque sabía que todo iba a cambiar el día que conociera a mi pareja. Mi vida se llenaría de felicidad, amor y cariño. Al llegar a casa, fui directo a mi cuarto a prepararme y vestirme para lucir bella para mi pareja. Aunque no era ese el único día en el cual se podría encontrar pareja; una vez que cumplías la mayoría de edad, podías encontrarlo en cualquier momento. Sin embargo, son mayores las posibilidades de que ocurra ese día. Me vestí con un hermoso vestido color champán y me ricé mi cabello castaño claro. Me puse mis aretes favoritos y unas sandalias ligeras. Sentí la tentación de abrir el regalo de Mark, pero recordé la advertencia que me hizo y pensé que tendría efectos secundarios, así que decidí no hacerlo. Me miré en el espejo por última vez y salí hacia el bosque, donde esperaba pasar mi cumpleaños. Solo faltaba una hora para cumplir los dieciocho años. Estaba ansiosa por la emoción que me embargaba y corrí escaleras abajo mientras tropezaba con varios chicos, quienes me miraron con ojos asombrados. —¡Oh, vaya! —No lo puedo creer. La Omega se ve hermosa. —¿Alexis? ¿Esa es Alexis? —Escuché a Brandon preguntar con voz sorprendida mientras me alejaba de la manada. Ya hablaría con él después, pero, en aquel instante, lo importante era llegar a mi lugar. De prisa crucé el lago y atravesé la cueva hacia la otra área de la montaña. Allí había un sitio secreto para todos, pues estaba oculto por rocas y arbustos. Me senté junto a un estanque y observé el relicario que me había regalado mi abuela. Era de cristal azul y verde, con destellos amarillos. Nadie sabía que lo tenía, pues ella me había advertido que no permitiera que nadie lo viera, ni siquiera mi familia. Me entregó aquella reliquia con su último aliento, seis años atrás, cuando entré a escondidas a visitarla en el hospital. Faltaban cinco minutos para las siete de la noche, y estaba muy emocionada. «¿Cómo será? No me importa su apariencia. Le daré todo el amor que me exija. Lo adoraré y jamás lo voy a traicionar». Las preguntas me azotaban como un tornado. En cuanto el reloj marcó las siete y un minuto, cerré los ojos para percibir mejor los olores a mi alrededor. Pasaron diez minutos, los cuales me parecieron una eternidad. Abrí los ojos de repente al darme cuenta de que no percibía ningún olor fuera de lo común. Al parecer, mi pareja no se encontraba en aquella manada o no estaba por aquel lugar. Suspiré con desilusión, pues pensaba conocer a mi pareja aquel día. Me comí todo lo que había preparado por mi cumpleaños y, al terminar, recogí todo y me dirigí de regreso a la manada. «Tal vez no siento su olor porque soy una linterna. Además, ¿a quién vas a oler tan lejos de la civilización? Te escondes donde no viene nadie, ¿y esperas encontrar el olor de tu pareja?». Mi conciencia me atormentaba. Como siempre, aprovechaba la menor oportunidad para aplastar mis sueños y mi imaginación; pero tenía razón. Al salir de la cueva y cruzar el lago, comencé a sentir un olor agradable en el lindero del bosque. Era un aroma maravilloso, como una mezcla de chocolate, madera y canela. Sentí una felicidad enorme al percibir que mi pareja se encontraba en la manada, y prácticamente corrí hacia la casa desde la cual emanaba el olor. Miré escaleras arriba y entrecerré los ojos para sentir mejor el aroma y permitir que mis pies siguieran a mis sentidos. Abrí los ojos al llegar a la habitación y fruncí el ceño al darme cuenta de a quién pertenecía. «¿Es la habitación de Brandon? Tal vez mi pareja esté hablando con él o con uno de sus amigos». «O tal vez eres estúpida», comentó mi conciencia a pesar de estar tan emocionada como yo. La ignoré como siempre y me acerqué a la puerta para ir al encuentro de mi pareja, pero lo que escuché no solo me estremeció hasta el alma, sino que me paralizó por unos segundos. Mi pareja tenía relaciones con otra hembra.

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