Capítulo 11
Orlando entró en pánico.
Apretaba el teléfono y, en un instante, palideció.
¿Mónica había cambiado su identidad?
¿De verdad ella pensaba dejarlo para siempre?
No, eso era imposible.
Se habían amado tanto, ¿cómo iba a poder abandonarlo así?
Arrojó el celular al suelo, con los ojos inyectados en sangre. No quería creer que Mónica fuera a irse.
Salió de la villa y, justo en la entrada, se encontró con Paula, que sostenía una caja en las manos y tenía los ojos llenos de lágrimas.
—Orlando, esto lo envió Mónica. ¿Qué significa? —Paula, temblando, abrió la caja: adentro había un muñeco de bebé realista, empapado en sangre falsa.
Junto al muñeco había una grabadora. De esta salía la voz maliciosa de Mónica, repitiéndose una y otra vez.
—Paula, sedujiste a Orlando. Tú y el hijo que llevas en el vientre merecen morir. No voy a parar hasta vengarme. Esta vez no dejaré que Orlando me atrape.
Su cara se transformó al instante. Al escuchar esa voz familiar, el remordimiento en sus ojos fue desapare

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