Capítulo 4
El primer amor de Matías, Alicia Navarro, había regresado al país.
En aquel entonces, Matías corrió esa carrera porque Alicia le pidió terminar antes de irse al extranjero. Cegado por la rabia, actuó con imprudencia y perdió la vista durante tres años.
Pocos conocían la verdad, pero Sofía sí. Sabía que su corazón seguía siendo de Alicia; incluso con fiebre, murmuraba su nombre.
Tras la fiesta de bienvenida que los Navarro ofrecieron a Alicia, Matías llamó a Sofía para que lo recogiera. Antes de salir, ella se pellizcó el cuello, dejando marcas que simulaban besos.
Al llegar a la Casa Navarro, lo vio: Matías acorralaba a Alicia contra la pared, acariciando su oreja, mientras ella, sonrojada, apenas podía mirarlo.
Justo cuando Alicia alzó el rostro y estuvo a punto de cerrar los ojos, Sofía se acercó rápidamente y tomó del brazo al Matías ebrio: —Ya es hora de irnos a casa.
Matías la miró de reojo, con una expresión ambigua. Apoyó la barbilla sobre su cabeza, con un tono casi cariñoso:
—Por fin llegaste.
Sofía fingió no notar la furia que ardía en los ojos de Alicia. Le sonrió con educación, y al girar, se acomodó el cabello hacia un lado. El cuello quedó al descubierto, mostrando claramente aquella marca rojiza y provocadora.
Las pupilas de Alicia se contrajeron. Por un segundo, imaginó escenas de intimidad. La rabia la invadió mientras seguía a Sofía con la mirada.
El vehículo se sacudió al arrancar, y Alicia, fuera de sí, soltó un grito ahogado.
Dentro del carro, Sofía recibió una bofetada que la lanzó contra la puerta. El golpe fue tan fuerte que sintió el sabor metálico de la sangre.
—Demasiado lista, Sofía. Y eso me hace ver como una estúpida. ¡Como una imbécil!
No le importó la sangre en sus labios. Recostado contra el asiento, Matías observó la marca en su cuello, con una sonrisa cínica.
—Alicia es muy celosa. Así que cuídate. Si te busca, no esperes que te defienda.
Sofía tragó el sabor amargo y lo miró directamente:
—Si te ayudo a recuperar a Alicia, ¿nos dejarías ir a mi padre y a mí?
Matías soltó una risa baja, cargada de burla. La miró como si tuviera frente a él a una ingenua.
—Sabes demasiado de mí. ¿Y crees que voy a dejarte libre?
—Tranquila, aunque me case, seguiré manteniéndolos a ti y a tu padre.
En ese momento, su teléfono vibró. Al ver el nombre en la pantalla, Matías arqueó una ceja y contestó con voz indolente.
—Está bien, entendido.
Matías ordenó al chofer detenerse. Sofía bajó del auto y el vehículo dio la vuelta de inmediato.
Sofía echó a andar. Los recuerdos la golpearon: diez años atrás, Matías era el más admirado del colegio, guapo, brillante, amable y de buena familia. Todas lo adoraban.
Pero la única que él prefería era Sofía, su inseparable sombra.
En su mente, aquel rostro juvenil y puro empezó a desdibujarse.
¿En qué momento había cambiado tanto?
Quizás fue cuando todos supieron que la madre de Matías había conseguido su lugar como amante.
Así que, en sentido estricto, Matías era un hijo ilegítimo.
Aquella revelación lo devastó. Durante años rechazó cualquier gesto de amistad, y cuando al fin sanó su orgullo, ya no era el mismo.
Se volvió violento, sombrío, arrogante, un hombre que jugaba con todo y con todos.
Y después, se enamoró de Alicia, olvidando por completo a la Sofía que una vez había sido su debilidad.
***
Sofía caminó todo el trayecto de regreso. Apenas llegó a la entrada, vio el auto de su padre a punto de salir.
—Papá, tu pierna no está bien estos días. Déjame ir yo a buscar al presidente Jairo.
Daniel sonrió con serenidad: —No te preocupes, iré despacio. Los demás choferes están ocupados, y soy el único libre.
Sofía quiso insistir, pero él levantó la mano:
—Iré y volveré pronto. Tú entra a descansar.
Ella lo miró alejarse, el corazón encogido por una sensación de inquietud.
Aquella noche, Sofía se despertó sobresaltada por una pesadilla.
Fue a la habitación de su padre, pero estaba vacía. Ya habían pasado cuatro horas desde que él había salido.
Preocupada, lo llamó por teléfono. A la tercera vez, alguien respondió.
Antes de que pudiera hablar, escuchó una voz desconocida al otro lado de la línea:
—¿Usted es familiar del paciente? El señor tuvo un accidente grave. Está siendo atendido de urgencia en el hospital.