Capítulo 3
Cuando volvió en sí, lo primero que vio fueron los ojos burlones de Matías.
—Sofía, realmente sabes cómo manipular las cosas. No dudaste ni un segundo en usar este truco para atarme a ti, ¿verdad?
—Pero te lo advierto: conmigo eso no funciona.
—Me cuidaste tres años, y mi familia mantuvo a tu padre el mismo tiempo. Estamos a mano. No sueñes con lo que nunca será tuyo.
Matías se dio la vuelta y salió sin mirar el rostro pálido de Sofía ni sus ojos llenos de lágrimas.
Apenas se había ido, Claudia apareció. Vio a Sofía con una venda en la cabeza y, sin decir palabra, le cruzó la cara con una bofetada.
—¡Maldita sea! Te pedí que fueras por Matías, no que armaras un escándalo. ¿Acaso si no estás con él prefieres morirte?
—Todo esto, ¿lo planeaste tú? ¿Una puesta en escena para llamar la atención?
El golpe de la botella le había provocado una conmoción, y ahora la bofetada la dejó aturdida.
Claudia arrojó un teléfono sobre la cama. En la pantalla, un video mostraba a Sofía desmayándose al proteger a Matías. El título decía: [Por amor lo salva: los rumores de separación quedan desmentidos.]
Pero los comentarios contaban otra historia: decían que todo fue un montaje y que el agresor confesó haber recibido dinero: —Sofía prometió darme tres millones de dólares cuando se casara con Matías.
Claudia sonrió con burla, levantando el mentón con arrogancia:
—Te di una oportunidad, pero no supiste aprovecharla. Yo no tengo la culpa.
—Ahora vas a escribir una declaración en tu teléfono y confesarás toda la verdad.
Sofía apretó con fuerza las sábanas. Después de un largo silencio, levantó la mirada:
—Si publico lo que quieres, ¿nos dejarás a mi padre y a mí marcharnos antes de los tres meses?
Claudia soltó una risa fría: —¿De qué hablas? Los tres meses se cumplirán día por día. Ni uno menos.
Sofía sacó el teléfono y le mostró a Claudia el texto que había redactado. Al verla tan tranquila, Claudia sonrió satisfecha.
—A veces hasta me caes bien, Sofía. Eres inteligente, te lo reconozco. Pero hay algo que no puedes cambiar: tu origen. En este mundo, la posición lo es todo.
Dicho eso, se dio la vuelta y salió. En el pasillo se cruzó con Daniel; por una vez, Claudia le dedicó una sonrisa cortés.
—Tienes una buena hija.
Cuando se fue, Daniel, con los ojos enrojecidos, se acercó a la cama: —¿Estás bien, hija?
Sofía negó con una débil sonrisa, pero al verlo golpear sus rodillas con frustración, se le encogió el corazón.
Tres años atrás, cuando Matías despertó ciego, enfureció. Ordenó a Daniel que lo llevara a enfrentar al hombre con quien había corrido aquella carrera. Pero en el camino Matías perdió el control y quiso tomar el volante. Para salvarlo, Daniel giró bruscamente. Matías salió ileso, pero la pierna de Daniel quedó atrapada, causándole una lesión permanente. Desde entonces, caminaba con dificultad y no podía exponerse al frío ni estar mucho tiempo de pie.
Cuando Daniel intentó renunciar, Jairo Escobar lo detuvo: —Eres joven aún. Si te vas, ¿qué podrías hacer afuera?
—Quédate. Yo cuidaré de ti y de Sofía.
Daniel, agradecido hasta las lágrimas, aceptó. Y Jairo cumplió su palabra: solo le asignaba tareas ligeras, y nadie más en la casa tenía autoridad sobre él.
Hasta aquella noche lluviosa, cuando Claudia le pidió que llevara a Sofía al bar. Fue su forma de recordarle su lugar.
Claudia era la señora de la casa, y tenía el poder absoluto sobre los sirvientes.
Sofía mordió su labio inferior. ¿De verdad tendría que soportar otros tres meses así?
Durante los últimos tres años, nunca pensó en huir. Creía que estaría condenada para siempre al fango en el que Matías la había hundido.
Se había resignado.
Pero en la ceremonia de compromiso, el desprecio de Matías le dio una chispa de esperanza. Si la odiaba tanto, seguramente sería él quien la echaría primero.
Incluso Claudia le había prometido que, tras esos tres meses, podría irse.
Sin embargo, Sofía descubrió que esperar con esperanza era mucho más doloroso que esperar la muerte.
No podía seguir así. Debía encontrar una forma de irse con su padre cuanto antes.
Y lo que nunca imaginó, fue que esa oportunidad llegaría más pronto de lo que pensaba.