Capítulo 1055
Las pestañas de Rosario temblaron ligeramente y, lentamente, abrió los ojos. Pasó un largo rato antes de que sonriera.
Su mejilla seguía sonrojada, y su sonrisa era seductora y encantadora. —Entonces, tu esposa debe ser realmente muy desafortunada.
La nuez de Rubén se movió y besó los labios de Rosario. —¿Por qué la mencionas? Ni siquiera la he visto.
Esas palabras parecían una explicación, ya que a Rubén realmente no le gustaba esa sensación.
La experiencia de las personas cercanas a él le decía que no debía embriagarse demasiado por una mujer.
Por ejemplo, Pedro y Alejandro, ambos hicieron cosas locas.
Tal vez Rubén debería seguir el consejo de su abuelo Eugenio y ver a esa Estherita de la familia. Luego, dejar de complicarse la vida; al final, casarse con quien fuera era lo mismo.
Pero con Rosario, él simplemente no podía dejarla ir.
Rubén le agarró el mentón y la besó de nuevo. Se besaron hasta quedar sin aliento, y solo entonces habló: —Rosario, ¿de verdad no consideras el divorci

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