Capítulo 106
Lorena se detuvo en seco. Sintió un escalofrío en su cuero cabelludo, dudando si había oído bien.
Pero Rubén incluso se acercó a paso rápido, y con un tono que solo los dos podían oír, la amenazó.
—Tienes que quedarte. Si no, me las voy a arreglar para hacerte la vida imposible. Ni siquiera Pedro podrá salvarte.
Sus ojos eran tan oscuros como profundos. Cualquiera que estuviera cerca de Pedro no podía ser una persona común.
Lorena se sintió como hechizada, con un sabor amargo invadiéndole la garganta.
Por suerte, Pedro salió en su defensa: —Rubén, ya deberías irte a casa.
Rubén volvió a susurrar cerca de su oído: —Quédate. Y si me entero de que te fuiste, la próxima vez que te vea, te parto las piernas.
¡Dios! ¡Este hombre realmente no tenía ni un gramo de lógica!
Lorena quería responderle, quería mostrarle el dedo medio, pero... No era capaz.
Se forzó a sonreír y corrió hacia Pedro.
—Jefe Pedro, ¿por qué no me deja quedarme y lo cuido? ¡Soy muy buena en eso!
Sabía muy bien lo que era

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