Capítulo 1241
Por otro lado, Aída estaba acostada en la cama del hospital. Al recordar que la noche anterior, cuando fue golpeada, su hija había corrido a esconderse en la habitación, solo sintió un frío en el corazón.
Marcó el número de Gloria, pero nadie contestó al otro lado.
Aída, al pensar en el momento en que Teodoro había levantado la mano contra ella, sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo; ahora no se atrevía a provocarlo.
Tenía que huir de Costadorada, de lo contrario, acabaría convertida en el saco de boxeo de Teodoro.
Se apresuró a bajar de la cama, pero en cuanto sus pies tocaron el suelo, se desmayó de inmediato.
Teodoro empujó la puerta desde fuera y entró con una expresión terrorífica en el rostro.
—Gloria ha tenido el descaro de huir. De verdad me has dado una excelente hija.
El miedo cubrió su rostro, y no pudo evitar querer arrodillarse, pero Teodoro la tiró al suelo de una patada.
—A estas alturas, ya no hay nada que decir. Prepárate para que vendan todos tus órganos; si puede

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