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Capítulo 232

Y tras colgar el teléfono, Lorena seguía recostada sobre el pecho de Ignacio. La estimulación sexual que él le había dado momentos antes había sido tan intensa que aún no lograba recuperarse del todo. Ignacio, muy cooperativo, tampoco se movía. Lorena sentía que, por aquella frase que Yago había gritado, ahora realmente parecía una adúltera escondida. No pudo evitar soltar una risa. Ignacio le sujetó la barbilla con firmeza; su actitud era algo dominante. —¿De qué te ríes? —Es que siento que lo nuestro es tan clandestino. Apenas dijo eso, notó que él se quedó en silencio. Parecía haber tocado un punto sensible. Se apresuró a explicarle: —Mientras no quieras salir conmigo al mundo exterior, no te obligaré a hacerlo. A partir de ahora, yo vendré aquí a verte, ¿está bien? Le sostuvo el rostro con ambas manos, con un tono casi suplicante. Él respondió con un leve "ajá" y hundió la cabeza en su cuello, como si estuviera muy desanimado. Lorena pensó en preguntarle si quería que le comprara u

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