Capítulo 355
Cuando Lorena subió, vio que el lugar estaba impecable, así que le dio unas cuantas instrucciones a Carmelo.
—Entonces, me voy primero. Si tienes cualquier problema más adelante, puedes llamar a Orlando o también puedes comunicarte conmigo.
Carmelo no mencionó nada sobre el teléfono.
De vuelta en el carro, se llevó la mano a la frente; no había parado de trabajar ni un solo día y casi no había descansado. Solo sentía un fuerte dolor de cabeza.
Pero todavía tenía que ir a ver a Juan.
Cuando llegó al lugar donde Juan estaba, los encargados del patio la vieron llegar y se les iluminó la mirada.
—Señora Lorena, por fin ha llegado.
Ella echó un vistazo a la habitación. —¿Qué le sucede?
El vigilante mostró cierta incomodidad en la cara y se rascó la cabeza.
—Hace una hora estuvo suplicando para verla, pero se quedó en silencio y se puso a llorar solo en la habitación. Hace poco entré con la comida y tampoco quiso comer.
Ella respiró hondo. Había elegido ese lugar de vigilancia para Juan: el

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