Capítulo 919
Allí donde estuviera Andrea, a Alejandro le resultaba casi imposible fijarse en alguien más, y mucho menos actuar con completa racionalidad.
Por ejemplo, hacía un momento Alejandro ya debería haberse marchado, pero insistió en quedarse.
Con tal de poder verla, todo lo demás le resultaba soportable.
Andrea miró el reloj de caballero que estaba al lado y le indicó al dependiente que lo sacara para echarle un vistazo.
Alejandro soltó una risa fría. —Ese tal Eduardo está contigo por tu dinero, ¿no? Este reloj cuesta trescientos mil dólares, y él, siendo profesor universitario, ¿no teme que sus alumnos lo denuncien por corrupción al verlo con algo así?
Pero en cuanto terminó de hablar, el reloj ya estaba colocado en su muñeca.
Todas las críticas se cortaron de golpe.
Era como si lo hubieran dejado petrificado, sin poder moverse en absoluto.
Cuando Andrea terminó de abrocharle la correa, su voz se volvió ronca de inmediato. —¿Es un regalo para mí?
Sus ojos reflejaban una incredulidad total;

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