Capítulo 928

—Juan, no digas más, fui yo quien te salvó. Estás muy raro, ¿acaso ellos te torturaron? ¿Todavía te duele el cuerpo? La yema de aquel dedo sobre sus labios ardía, haciéndolo sentir como si todo él se incendiara. Sus orejas se habían puesto rojas y no se atrevía a levantar la cabeza. —Lorena, ella le sostuvo el rostro entre las manos y le susurró al oído. —¿no estabas siempre esperando que viniera a rescatarte? ¿Por qué ahora no te atreves a mirarme? Juan, ¿por qué no me miras? —Hermana, yo... Antes de que terminara la frase, un beso cayó sobre sus labios. Su cabeza fue atravesada como por un rayo ensordecedor; sus pestañas temblaron y todo su cuerpo quedó paralizado. Tardó varios segundos en reaccionar, y entonces la empujó bruscamente. —¡No podemos hacer esto! Pero la fuerza con que la apartó fue débil; enseguida ella le atrapó la mano, entrelazando los dedos. —¿Juan, eso es todo lo que puedes? Juan solo sintió que sus manos estaban atrapadas por la mujer, incapaz de moverse. Se agitó