Capítulo 945
Ariel se secó el sudor de la frente, pensando que aquella maldita mujer también había tenido un golpe de suerte por pura casualidad.
Respiró hondo y dijo: —Debe de ser grande.
En cuanto esas palabras salieron de su boca, todas las miradas se posaron en el cubilete frente a Lorena.
Lorena levantó el cubilete lentamente: los tres dados mostraban el uno, era pequeño.
Las mejillas de Ariel se tiñeron de un rojo intenso. —¡Eso solo fue suerte!
Lorena bajó las pestañas. —Dijimos que varias rondas decidirían al ganador. Ahora te toca a ti agitarlo.
En ese momento, Lorena ya había ganado una ronda. Si ella lograba adivinar el resultado de Ariel, él perdería.
Si se equivocaba, quedarían en empate y la apuesta continuaría hasta que se definiera al vencedor.
La presión recaía sobre Ariel. Pensaba que antes Lorena había tenido solo buena suerte; ahora era su turno de mover el cubilete y no creía que pudiera adivinar.
Sujetó el cubilete con la mano, lo sacudió dos veces hacia arriba y otras dos hac

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