Capítulo 12
Regina apenas llegó a la casa de los Gómez, cuando enseguida recibió la foto íntima enviada por Fabiola.
Elena tomó la maleta y miró con preocupación a Regina, que respondió al instante: —Regina, ¿qué pasa? ¿Todavía no logras olvidar a Marcos? Aunque la familia Ruiz está presionando mucho, yo no voy a obligarte a hacer algo que tu no quieras. Cuando lo superes, entonces hablaremos del asunto con la familia Ruiz.
Regina lanzó una mirada a la foto en el celular, borró de manera discreta la conversación, guardó de nuevo el aparato y le sonrió a Elena. —Mamá, ya lo superé. Los muertos pertenecen al pasado, no pueden volver; los vivos debemos ser fuertes, la vida tiene que continuar. ¡Organicemos cuanto antes lo de la familia Ruiz!
Aunque ya había escuchado esas palabras por teléfono, al escucharlas en persona Elena seguía sintiéndose muy sorprendida.
Pero sabía a la perfección que Regina nunca fingía fortaleza.
Elena se sintió aliviada y le dio una palmada en el hombro. —Hija querida, tienes toda la razón. Los muertos pertenecen al pasado, no pueden volver; los vivos debemos ser fuertes, la vida tiene que seguir. ¡Nosotros, los vivos, somos lo más importante! En cuanto se resuelva todo lo de tu padre, organizaré enseguida lo de la familia Ruiz.
Regina entrecerró los ojos con una sonrisa. En ese preciso momento, solo al regresar a la casa de los Gómez sintió un verdadero alivio.
Después de tantos días sin dormir bien, debía recuperar el descanso.
Al día siguiente, apenas despertó, Regina recibió una buena noticia.
Elena, emocionada, golpeó la puerta. —¡Regina, tu padre consiguió que el abogado Ramón tomara el caso! ¡Prácticamente ya está ganado!
Regina, aún somnolienta, por unos segundos creyó que estaba soñando.
Hasta que Elena entró en la habitación, se sentó al borde de la cama y la sacudió del brazo; entonces Regina comprendió que esto no era un sueño.
Se frotó los ojos adormecidos. —¿El abogado Ramón? ¿Ese famoso abogado Ramón de Altavista?
Por el caso de corrupción médica en el que se había visto envuelto Gonzalo, Regina había seguido de cerca ese tipo de temas. Si no recordaba mal, un personaje como el abogado Ramón, según decía la familia Suárez, no era alguien a quien se pudiera contratar solo con dinero: se necesitaban contactos e influencias.
A Regina se le despejó la mitad del sueño y, haciendo cara de pocos amigos preguntó con cierta incredulidad: —¿Fue la familia Suárez la que consiguió al abogado Ramón?
Aunque la última vez, por el asunto del doctor Raúl, la familia Suárez le había prometido a Regina ayudar a Gonzalo, pero jamás imaginó que se moverían con tanta rapidez.
Justo cuando pensaba que al menos en ese punto la familia Suárez todavía cumplía lo que decía, Elena lo negó con firmeza. —No, fue Alonso quien lo hizo.
Al escuchar ese nombre, a Regina le resultó algo desconocido.
Buscó en su memoria durante un buen rato hasta que al final dio con la referencia. —¿Es ese Alonso de la familia Ruiz?
Elena lo confirmó, y en su mirada brillante se notaba la admiración hacia Alonso.
No era por reverencia al poder de la familia Ruiz, sino porque el problema de Gonzalo siempre había pesado sobre la familia Gómez. Desde que Gonzalo tuvo problemas, Elena apenas había logrado dormir con tranquilidad. Algo que había estado tanto tiempo pendiente, por fin encontraba solución.
En ese momento, Elena debía ir al bufete, y Regina se levantó con rapidez. —Mamá, voy contigo.
Pero Elena la detuvo en seco. —Hoy es el cumpleaños de Alonso. Yo quería ir a la casa de los Ruiz, pero también debo ir al bufete. Mejor hagamos esto: ya preparé el regalo, ¿por qué no lo llevas tú a la casa de los Ruiz?
Regina no tenía razón alguna para rechazarlo. Antes de ir a la casa de los Ruiz, pasó por los grandes almacenes.
El regalo preparado por Elena era de Elena, pero ya que iría en persona, y considerando que le habían ayudado a resolver un asunto tan importante como ese, Regina también debía mostrar su propia gratitud.
Eligió una fragancia masculina, con notas de madera de cedro y pino, mezcladas con un toque sutil de toronja: un aroma único fresco y amaderado.
Regina pensó que a Alonso le gustaría.
Casa de los Ruiz.
Era la primera vez que Regina veía a Alonso.
No podía evitar sentirse algo nerviosa.
Por ser su cumpleaños, también estaban en ese lugar los mayores de la familia Ruiz, además de destacadas figuras de Altavista que habían venido a felicitarlo.
La mansión estaba llena de gente por doquier, muy animada por cierto.
Al entrar, Regina quedó envuelta por la multitud y por unos minutos no pudo ubicar a nadie de la familia Ruiz.
De niña había visto a algunos miembros de la familia Ruiz, pero habían pasado veinte años y no recordaba con claridad sus rostros. Solo podía avanzar con el regalo en la mano, buscando con cierta incomodidad.
Quiso preguntar a alguien, pero todos entretenidos conversaban en grupos, levantando la voz; la suya, en cambio, era tan delicada que nadie le prestó atención.
Incluso terminó arrinconada por el alboroto de la gente.
En una esquina había dos jóvenes elegantes.
Regina pensaba acercarse para preguntarles, pero al hacerlo alcanzó a escuchar su conversación.
—¿Te enteraste? Alonso va a casarse con una mujer que ya estuvo casada, y dicen que además no puede tener hijos.
La otra mujer, al escucharla, sonrió despectiva. —¿Una mujer que ya estuvo casada y encima incapaz de tener hijos? ¿Cómo podría importarme?