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Capítulo 11

Regina, como la oveja negra, fue llevada fuera de la casa de los Suárez. El chofer condujo el auto y Regina miró hacia atrás una vez más. Tres años atrás, la casa de los Suárez lucía exactamente igual, cuando ella había sido recibida en ese lugar con algarabía y solemnidad al casarse. Ahora, en cambio, se encontraba en semejante situación tan penosa. El chofer apenas había sacado el auto de la casa de los Suárez cuando fueron detenidos. Regina miró con curiosidad: era Marcos, y en su rostro pareció cruzar un destello de culpa. Después de que el auto se detuvo, Marcos se acercó, se inclinó hacia la ventanilla y, después de dudar por unos segundos, dijo: —¿Cómo está tu brazo? ¿Quieres que lo atiendan primero? Regina ni siquiera lo miró; mantuvo los ojos fijos hacia adelante. —No tiene nada que ver contigo. Marcos respiro profundo y soltó el aire con lentitud. —Déjame curarte la herida. Después de decir estas palabras, rodeó el auto y subió al asiento trasero. Sacó las curitas que había preparado y las colocó con sumo cuidado sobre la zona que aún sangraba. —Tú... Por nada del mundo deberías haber empujado a Fabiola. Marcos parecía estar arrepentido por haber perdido la paciencia con Regina momentos antes; y, al hablar, daba la impresión de no querer dejarse arrastrar por esa infinita culpa, así que empezó a hablar de los errores de Regina. Ella lo miró de reojo, sin ganas de dar más explicaciones. Al fin y al cabo, el auto ya había salido de la casa de los Suárez y Regina sabía con total claridad que, desde aquella despedida, no habría más regreso. Como ella no decía ni una sola palabra, Marcos añadió enseguida: —Voy contigo para que no piense mamá... Al llegar a esa parte, pareció darse cuenta de que había dicho algo indebido y cambió de inmediato. —Para que no piensen la señora Elena y los demás que la familia Suárez es desconsiderada. En su interior, Regina maldijo una y otra vez. Esa familia Suárez no solo era desconsiderada; para ella, ninguno de ellos era buena persona. Cuando el chofer estaba a punto de arrancar de nuevo, Regina lo detuvo en seco. —Gustavo, no hace falta que me lleves. Fabiola ahora no tiene el embarazo estable, deberías mejor quedarte con ella. ¡No fuera a ser que le diera otro ataque! La mirada de Marcos reflejaba cierta desconfianza; en esos días había extrañado mucho a Regina. Incluso cuando dormía junto a Fabiola, la mujer que llenaba por completo sus pensamientos era Regina. —Con un médico presente no habrá problema alguno. Apenas terminó la frase, sonó el celular. Era de nuevo Fabiola quien llamaba. Como estaban sentados en el asiento trasero, Regina también escuchó con claridad la voz del otro lado de la línea. Era un tono entre caprichoso y triste. —Gustavo, ¿a dónde fuiste? Me siento mal, quiero que me abraces. El cuerpo tenso de Marcos se inclinó hacia la puerta del auto, y hasta su voz se tornó más suave. —Tranquila, ya voy para allá. Colgó y en su rostro se dibujó una expresión de disculpa. Esa disculpa, sin embargo, a Regina le resultó desagradable; no necesitaba ese tipo de excusas sin fundamento alguno. —Perdona, Fabiola dice que no se siente bien, yo... Regina hizo un gesto con la mano, con evidente fastidio que Marcos ni siquiera notó. —Ve rápido, solo voy por un tiempo a la casa de los Gómez, no hace falta que me lleves. Marcos bajó del auto mirando hacia atrás a cada paso, hasta que al final se inclinó en la ventanilla. —Regina, quédate en la casa de los Gómez estos días. Cuando la situación de Fabiola se estabilice, iré yo mismo a buscarte. Regina sonrió indiferente hacia la ventanilla. —¡Gustavo, mejor cuida bien de Fabiola! Marcos volvió algo distraído a la casa de los Suárez. El médico ya había terminado de dar las recomendaciones necesarias, mientras Sofía vigilaba a las sirvientas que preparaban trufas; en la habitación solo quedaban Marcos y Fabiola. Fabiola se acomodó con delicadeza en el pecho de Marcos, con un tono de voz cargada de coquetería y cierta pasión. —Gustavo, recién le pregunté a la doctora de la familia, y me dijo que sin ningún problema en este tiempo podemos tener relaciones, que esto no afecta al bebé... Antes de descubrir el embarazo, casi todas las noches habían tenido sexo varias veces. Pero desde que lo confirmaron, no lo habían vuelto a hacer. Fabiola no estaba acostumbrada a esa abstinencia tan prolongada, así que se acurrucó contra Marcos en busca de intimidad. Él se detuvo en seco y luego preguntó: —¿La doctora dijo que sí? ¿Pero no será riesgoso? Al ver que él mostraba cierta intención de negarse, Fabiola se quejó con un lamento caprichoso: —Yo lo deseo... La doctora dijo que lo más importante para una embarazada es mantener el buen ánimo. Marcos, se dejó convencer con tan solo unas palabras. Al fin y al cabo, ahora era el esposo de Fabiola y tenía la obligación de cumplir con esas cosas. La besó en los labios y la recostó con delicadeza sobre la cama. Después, Marcos permaneció junto a Fabiola, descansando un poco. Ella, en completo silencio, tomó el celular y capturó una foto íntima de ambos, que de inmediato envió a Regina sin que él lo notara.

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