Capítulo 7
Abelardo se acomodó la ropa sin prisas y eliminó cualquier rastro de ambigüedad.
Sacó del bolsillo el perfume que Patricia le había regalado, intentando cubrir otros olores.
Con confianza, sacó su celular y marcó el número de Patricia.
Pero la llamada nunca se conectó.
"¿Qué estaba pasando?" Antes, cada vez que él llamaba, Patricia contestaba en menos de cinco segundos.
Incluso si marcaba por aburrimiento a medianoche, Patricia respondía al instante y lo acompañaba pacientemente durante mucho rato.
Abelardo llamó una y otra vez, al principio con calma, pero pronto se volvió ansioso e inquieto.
Julia sostuvo su mano temblorosa.
—No te preocupes, Abelardo; quizá solo se le haya descompuesto el celular.
Abelardo, como si un náufrago encontrara una tabla de salvación, exhaló profundamente aliviado.
—Sí, seguro que es eso. De lo contrario, Patricia no dejaría de contestarme.
—Vamos, busquémosla en su casa.
...
Una hora después, tocaron a la puerta de mi casa.
Al abrir, vi a Abelardo y a Jul

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