Capítulo 9
El corazón de Sonia latía frenéticamente. Hacía esfuerzos por calmarse y miró el mar embravecido bajo la cubierta.
No se veía a nadie, como si nada hubiera ocurrido.
Tras un largo rato, se dio la vuelta lentamente.
—¡Laura, esto es lo que te merecías!
En la oscuridad de la noche, su expresión era fría y cruel, llena de indiferencia.
En la cubierta del segundo piso, Víctor apareció con un pastel en las manos. Al ver a Sonia regresar, encendió las velas: —Pruébalo, no lleva leche. Las frambuesas llegaron en avión esta mañana y solo lleva un treinta por ciento de azúcar. Seguro que te gusta.
Sonia, sonriendo, sopló las velas con aire expectante: —Quiero que me des de comer tú.
—¿Nos han invitado para presumir de felicidad?
—Víctor, ¿para cuándo vas a divorciarte de esa criada? Ya va siendo hora de casarte con Sonia, ¿no?
—Yo diría que podrían casarse ahora mismo. En la cena benéfica de hace unos días, Víctor ya le regaló un anillo, ¿o no?
Las bromas del grupo se hacían cada vez más descar

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