Capítulo 7
Cuando Daniela abrió los ojos, descubrió que estaba acostada en un hospital. El olor a desinfectante le invadía la nariz, y el monitor cardíaco emitía un constante "bip bip" rítmico.
—¿Despertaste? —dijo una enfermera al entrar empujando con suavidad la puerta—. Estás muy grave, te fracturaste tres costillas. Necesitas que algún familiar te cuide. Llama a alguien.
La enfermera le extendió un celular. Daniela con amargura lo tomó con manos temblorosas.
En la pantalla, decenas de mensajes sin leer, todos enviados por Laura.
[Alejandro me peló una manzana con sus propias manos. Qué tierno es.]
[Ignacio me compró un vestido nuevo. Dice que el blanco me queda mejor que ningún otro color.]
[Héctor y Nicolás me acompañaron todo el día a hacerme exámenes. Todos están tan preocupados por mí.]
[Ya van dos días. Con solo decir que me siento mareada, todos se me acercan angustiados. Nadie ha preguntado por ti. El que roba amor ajeno, lo paga tarde o temprano. Das pena, Daniela. No hay ni una sola persona que te quiera de verdad. Si yo fuera tú, hacer rato ya me habría matado.]
Daniela miraba en silencio, con los dedos apretándose sin notarlo, con profunda desilusión y tristeza.
—No tengo familia —le devolvió el celular a la enfermera con una voz suave como una pluma—. Solo me tengo a mí misma.
En ese momento, la enfermera pareció querer decir algo, pero al final solo suspiró resignada y se marchó.
Afuera, las hojas caídas cubrían el suelo. Daniela contaba las gotas que caían por el tubo del suero: una, dos... como si contara todos los amores sinceros traicionados a lo largo de los años.
Cinco días después, ella misma tramitó su alta del hospital.
Cuando empujó la puerta de la casa, el sonido de risas la golpeó de lleno.
En la sala, Alejandro le pelaba una mandarina a su amada Laura. Los tres hermanos rodeaban a la pareja conversando animadamente. Al verla entrar, las risas se cortaron de golpe.
—¿Dónde estabas? —preguntó enojado Ignacio—. ¿Por qué no volviste a casa?
Daniela subió a paso largo las escaleras. A sus espaldas, la risa burlona de Nicolás. —Otra vez con sus típicos berrinches.
Al cerrar la puerta del dormitorio, finalmente se dejó caer al suelo.
La herida en sus costillas palpitaba, pero no le dolía tanto como la sensación de tener el corazón desgarrado.
Una empleada le llevó la cena. Daniela no probó bocado.
En plena madrugada, el celular volvió a encenderse.
[¡Zorra repugnante! ¡Vas a ver a quién quieren de verdad!]
Daniela lo apagó sin dudar dos veces y lo lanzó dentro del cajón.
A la mañana siguiente, alguien pateó la puerta con fuerza.
—¡Daniela! —Alejandro la jaló con brusquedad de la cama—. ¿Dónde está Laura?
Ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar cuando Héctor ya la tenía agarrada por el cuello del pijama. —Dejó una nota que dice: "Si mi hermana no me acepta, me voy". ¿Qué le dijiste? ¿La obligaste a irse? ¿No es así?
—No lo sé —respondió Daniela, con la voz ronca.
—¿Todavía mientes? —Nicolás gritó fuera de sí, estrellando el puño contra el tocador—. ¿Sabes que tiene una enfermedad terminal? ¡Si le pasa algo, no te lo vamos a perdonar!
—No estoy mintiendo. De verdad no lo sé.
En medio de la tensión, un asistente entró corriendo asustado. —¡Encontraron a la señorita Laura! ¡Está en el acantilado!
Los cuatro hombres palidecieron al instante.
—¡Daniela! —Ignacio le apretó el cuello con tanta fuerza que casi la asfixia—. ¿Cómo pudiste volverte tan cruel? Laura tiene una enfermedad terminal, solo le que poco tiempo... ¡y ni así la dejas en paz!
Forzada a levantar la cabeza, Daniela apenas podía respirar, pero aun así esbozó una sonrisa amarga.
Qué absurdo.
Incluso si lo de la enfermedad fuera cierto, en estos días le hubieran conseguido un equipo médico de primer nivel, con un tratamiento experimental carísimo... Si de verdad estuviera enferma, ya debería estar curada.
Esto era solo una excusa.
Una excusa conveniente para que todos pudieran justificar que Laura hubiera huido de su boda.
Al verla callada, los hombres se enfurecieron aún más.
—¡Llévenla al auto! —ordenó Alejandro con frialdad—. Hoy, quiera o no, tiene que hacer que Laura regrese.
Daniela fue empujada con violencia dentro del auto, que arrancó a toda velocidad rumbo al acantilado.