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El amor duele másEl amor duele más
autor: Webfic

Capítulo 6

Justo en ese momento, una ráfaga de viento levantó enormes olas. El crucero se sacudió con violencia de nuevo y su voz fue completamente ahogada por el estruendo del mar y los gritos. Alejandro se enfureció. —¿Qué dijiste? El oleaje está muy fuerte. Ella estaba a punto de responder, pero Laura, con tono meloso, dijo: —Está muy peligroso allá afuera, tengo miedo. Volvamos a la cabina. Todos se apresuraron a escoltarla, retirándose con rapidez uno tras otro. Daniela fue la última en irse. Se volteó a mirar a los delfines que se alejaban poco a poco, y de repente sonrió con agrado. Tal vez eso era el destino. Jamás sabrían que el ferviente deseo que había pedido era no volver a verlos nunca más. Así como nunca valoraron su sinceridad, tampoco sabrían que estaba a punto de desaparecer para siempre de sus vidas. ... El día que Laura recibió la invitación al baile de la alta sociedad, los cuatro hombres estaban totalmente ocupados. —Ignacio, Héctor y Nicolás van a volar a París para comprarme ese diamante rosa —dijo Laura, agitando la invitación con una dulzura empalagosa—. Alejandro tiene que firmar un contrato por miles de millones en su empresa... Daniela, ¿me acompañas, sí? Parpadeó con una expresión vulnerable. —Hace cinco años que no asisto a algo así. Me da miedo hacer el ridículo. —No voy —Daniela tajante la rechazó sin rodeos. Pero los cuatro hombres no le dieron oportunidad alguna de negarse. —Laura no está bien de salud, debes acompañarla —ordenó enseguida Ignacio con frialdad. —Este tipo de eventos te resultan familiares —dijo Héctor, ajustándose con cuidado los lentes—. No dejes que Laura pase vergüenza. Nicolás simplemente la empujó dentro del auto.—Cuida bien de Laura. No causes problemas. La puerta del auto se cerró con un "¡pum!", y Daniela, mirando asombrada por la ventana los rostros preocupados de los cuatro hombres, no pudo evitar sentirse ridícula. Siempre les preocupaba si Laura sufría, pero jamás les importó si ella, Daniela, quería estar ahí o no. ... En el baile, Laura lucía un vestido rojo, deslumbrante y provocador. —Toma, bébelo por mí —le pasó a toda prisa la copa de champaña a Daniela con una sonrisa encantadora—. Después de todo, si regreso borracha, ¿adivina qué harán ellos? Daniela apretó la copa con tanta fuerza que sus dedos se pusieron blancos. Sabía muy bien que Laura lo hacía a propósito, pero no tenía opción. Si algo le ocurría a Laura, los cuatro hombres no se lo perdonarían. Una copa tras otra, su visión comenzó a nublarse poco a poco. —¡Ay! ¿Te emborrachaste? —Laura fingió sorpresa—. Te llevaré a descansar. Daniela intentó apartarse, pero no pudo contra la fuerza de Laura. La arrastró como un muñeco fuera del salón de baile, por un largo pasillo, hasta empujarla dentro de una habitación desconocida en un hotel. —Disfruta —susurró Laura en su oído con una risa maliciosa, y luego con suavidad cerró la puerta. Daniela cayó al suelo, y entre la confusión, de pronto vio a un hombre extraño acercarse. Se desabrochó la corbata con una sonrisa repugnante en el rostro. —La señorita Laura pagó muy bien para que te atendiera... —dijo mientras tiraba de su vestido—. Eres toda una verdadera joyita. Daniela luchó con todas sus fuerzas, pero el alcohol entumecía por completo su cuerpo y no podía hacer nada al respecto. Las manos del hombre eran como tenazas, sujetándola con fuerza, y su aliento caliente y repulsivo caía sobre su cuello. Justo cuando el hombre iba a lanzarse como fiera sobre ella, la voz de Laura se escuchó emocionada desde afuera. —¿¡Alejandro!? ¿Qué haces aquí? ¿No tenías que atender ese contrato importante? —No me sentía tranquilo contigo —sin pensarlo la voz de Alejandro atravesó la puerta, fría y solemne como siempre—. Vine a llevarte de regreso. Tras una pausa, preguntó: —¿Dónde está Daniela? —Está en el baño —respondió Laura sin titubear. Daniela reunió como pudo todas sus fuerzas y se lanzó contra la puerta. —¡Alejandro! ¡Sálvame! Afuera reinó un breve silencio. —¿Estás segura de que está en el baño? —la voz de Alejandro sonó algo preocupada. —Por supuesto —dijo Laura con aire ofendido—. Si no me crees, vamos al baño ahora mismo a buscarla... Aunque ya casi es hora de tomar mi medicina, no importa, puedo esperar. El corazón de Daniela se estrujó. Sabía que Alejandro elegiría primero llevar a Laura a tomar su medicina... Como lo había hecho tantas veces antes. Tras un silencio asfixiante, Alejandro finalmente respondió: —No hace falta. Te llevaré primero a tomar tu medicina. Los pasos comenzaron a alejarse. El corazón de Daniela sintió como si le arrancaran una parte viva. El profundo dolor casi no le dejaba respirar. Dentro de la habitación, la mano del extraño ya había desgarrado su escote. En un arranque de desesperación, Daniela tanteó como pudo el cenicero de cristal en la mesita de noche y lo lanzó con todas sus fuerzas contra la cabeza del hombre. —¡Pum! El hombre soltó un quejido y cayó al suelo. Daniela se levantó tambaleando, tropezando al salir de la habitación. El pasillo estaba vacío. Corrió asustada con todas sus fuerzas. Ya no sabía dónde estaban sus tacones; descalza, sus pies golpeaban el suelo helado, pero no sentía dolor alguno. En la noche lluviosa, corrió hacia la carretera. De golpe, una luz cegadora de faros se le vino encima. —¡Pum! Un estruendo ensordecedor. El cuerpo de Daniela salió volando y cayó con fuerza varios metros adelante. —¡Alejandro, creo que atropellamos a alguien!—la voz alarmada de Laura se oyó desde dentro del auto—. ¿Deberíamos bajar a ver? La lluvia nublaba por completo la visibilidad. Alejandro se enojó y echó un vistazo. —No importa. Haré que mi asistente se encargue. Sin dudarlo dos veces, pisó el acelerador. —Lo importante es que tomes tu medicina. El auto se alejó a toda velocidad, salpicando agua mezclada con sangre sobre el rostro pálido de Daniela. Yacía en un charco de sangre, mientras la lluvia lavaba sin cesar las manchas escarlatas que se escurrían hacia el desagüe al borde del camino.

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