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Capítulo 2

El celular que Daniel había dejado sobre la mesa sonó de repente. El tono de llamada personalizado, que había configurado a propósito, resonó de manera especialmente evidente en la silenciosa sala de estar. Julia vaciló por un instante, pero finalmente decidió acercarse. Sin embargo, antes de que pudiera llegar a la mesa, fue apartada de repente por una figura envuelta en vapor de agua. El pie de Julia chocó con fuerza contra la afilada esquina de la mesa, y el dolor intenso hizo enseguida que sus ojos se llenaran de lágrimas al instante. Sin embargo, Daniel, el principal responsable de todo aquello, no se dio cuenta de nada. Él agarró el celular y regresó al baño sin mirar atrás. Julia, soportando el dolor, cojeó hasta el sofá. Apenas se sentó, la voz del hombre, llena de nerviosismo, pero fingiendo calma y pronunciando palabras de consuelo, se escuchó desde el baño. —No tengas miedo, quédate en la habitación y no salgas, ahora mismo voy a buscarte. Sin pensarlo, un amargo sentimiento brotó en el corazón de Julia. Habían estado juntos durante seis años, y Daniel siempre se había mostrado sereno y racional frente a ella. Pero fue hasta hoy, al verlo tan alterado por una simple llamada telefónica, que Julia por fin comprendió algo importante. Él no era una persona así de distante; era simplemente que él no la amaba. Daniel salió a paso largo del baño con gesto ansioso. Al pasar junto a ella no detuvo su paso, y dijo: —Tengo asuntos pendientes en la empresa, no hace falta que me esperes. Por eso, él no notó que la Julia que solía alcanzarle el abrigo cuando salía y que siempre le recordaba volver temprano, esta vez no le dijo ni una palabra, ni siquiera levantó la mirada para verlo. Julia permaneció atónita sentada sola en el sofá durante mucho tiempo. No fue sino hasta que el dolor en su pierna se desvaneció poco a poco que se levantó y regresó al dormitorio para comenzar a empacar sus cosas. Las tazas para parejas que había comprado hacía tiempo, pero que Daniel nunca usó; Los anillos de pareja hechos a mano que aún no había entregado; El lazo de boda que Julia tejió personalmente para su boda; El Árbol de la Vida que pintó con sus propias manos; Ahora, todo lo arrojó sin dudarlo dos veces a la bolsa de basura. En dos horas, la mitad de la habitación ya estaba vacía. Justo cuando Julia respiraba aliviada, su teléfono de pronto sonó y la voz de Elena, llena de emoción, se escuchó al otro lado. —¡Julita! Ahora estoy en el extranjero por trabajo, y acabo de despertar cuando vi esta buena noticia. ¡Bienvenida a nuestro equipo! Regreso al país en una semana y para entonces te llevaré conmigo a Puerto Esmeralda, pero... ¿No dijiste que ibas a casarte con tu novio? ¿Él estará de acuerdo en que vayas a Puerto Esmeralda? Al oír esto, Julia con nostalgia guardó silencio por un momento. Aunque había estado con Daniel durante seis años, como a Daniel no le gustaba llamar la atención, muy pocas personas sabían de su relación. No fue sino hasta hace tres días, cuando Elena le preguntó si quería unirse al nuevo estudio que había abierto en Puerto Esmeralda. Fue entonces cuando Julia le contó la noticia de su boda. Pero no esperaba que, en tan solo unos cuantos días, la realidad la golpearía de esa manera tan brutal. Con tono tranquilo, ella dijo: —No importa, la boda se canceló. Daniel, que acababa de regresar a casa y abrió la puerta del dormitorio, escuchó precisamente esa frase. Un indicio de confusión pasó por sus ojos. —¿Qué boda se canceló? Julia se sobresaltó un poco al escuchar la voz inesperada a sus espaldas. Se calmó y buscó con rapidez cualquier excusa. —Una amiga tuvo un problema de última hora, así que canceló la boda. Daniel no sospechó nada. —Hace unos días, en tu cumpleaños, ¿no dijiste que querías tomarnos unas fotos de pareja? Hoy el fotógrafo me llamó y nos propuso ir mañana a tomarlas. Julia, por instinto, quiso rechazar la propuesta. Pero antes de que pudiera decir algo, la profunda mirada de Daniel se posó en la mesa vacía e hizo mala cara, confundido. —Julita, ¿estabas ordenando la habitación? Siento que faltan muchas cosas. Julia contestó con naturalidad. —Sí, de todas formas ya no las necesitamos, dejarlas aquí solo ocupa espacio. Por alguna razón, las palabras de Julia hicieron que Daniel de repente sintiera una extraña incomodidad en su interior...

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