Capítulo 22
Al amanecer del cuarto día, Rosa estaba de pie en la sala, mirando a José con calma: —Han pasado los siete días. Me voy.
José, que estaba preparando café, se detuvo.
—Dije que te dejaría ir. —Se volvió hacia ella, la mirada oscura. —Pero antes debes elegir, ¿vas a ir con Carlos o te quedas conmigo?
Rosa soltó una risa fría: —Elijo ir...
No había terminado de hablar cuando José sacó una pistola y la apuntó directo al pecho.
—Dos opciones. —Su voz era inquietantemente serena. —Te quedas, o te vas.
—Esta pistola tiene cuatro balas, tres de fogueo, una real. —Puso el dedo en el gatillo. —Ahora, cada palabra que digas, disparo una vez.
Eso significaba que solo si Rosa decía me quedo, él sobreviviría.
Si decía que se iba, él moriría, sin remedio.
Los ojos de Rosa se dilataron de horror: —¿Me estás amenazando con tu vida?
Él sonrió levemente: —Solo estoy apostando.
—Apuesto a que todavía te importo, aunque sea un poco.
Rosa lo miró fijamente, el pecho agitándose con fuerza.
Apretó los dientes

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