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Capítulo 385

Al cabo de un largo rato, Carson perdió el interés y le entregó la tableta a Violet, que seguía muy confundida. "¿Qué tal? ¿Estás convencida? ¿Me admiras?". "Bah, ¿qué tiene eso de asombroso? Simplemente te lo estoy pidiendo", respondió Violet tratando de actuar con desdén y de cerrar la boca para disimular su sorpresa. "Jaja, deberías admitir tu derrota", dijo Carson entre risas. "Si me ruegas, quizás te dé el secreto para pasar el juego". "Bah... No pareces ser un experto", replicó Violet escéptica. "¿Por qué no? ¿Me creerías si te digo que cuando estaba en la secundaria solía faltar a clases e iba al cibercafé a jugar?", confesó Carson orgulloso. "Con razón... Ya veo por qué pareces un tonto. Resulta que te perdiste de una buena educación", se burló ella. "Oye...". Carson creyó que su respuesta sería algo como: "Con razón eres tan bueno jugando". ¿Quién se hubiera esperado semejante insulto? No comprendía. Era evidente que no se comportaba como una niña normal. "Bueno, bribón, vete a casa a dormir. Después de jugar todo este tiempo, me dio sueño", sentenció Violet y bostezó con decoro. "¿No me escuchaste? ¡Yo, el bribón, me quedaré aquí hoy!", exclamó Carson mientras se acostaba en el sofá cómodamente. "Oye, Carson, te lo advierto. Detente". Por desgracia, Carson no iba a moverse de su sitio. Por mucho que Violet lo reprendió y lo jaló, se quedó quieto. Era inútil: antes de que ella pudiera hacer algo más, él se quedó dormido. Así que ella no tuvo más remedio que dejar que pasara la noche allí. Agarró una colcha de la alcoba y lo arropó. Después, apagó la luz de la sala, se dirigió a su cuarto y cerró la puerta. Aunque Carson estaba durmiendo profundamente, pensó que era más seguro cerrar con llave. Después de todo, con un viejo canalla como él, si no cerraba la puerta corría el riesgo de que, al despertar a la mañana siguiente, su rostro fuera lo primero que viera. No, la sola idea la horrorizó. Se acostó en la cama y trató de conciliar el sueño, pero no podía dejar de pensar en lo que él había hecho. Comenzó a dar vueltas de un lado para otro, pero no consiguió quedarse dormida. Recordó lo que había dicho al ver el brazo de Carson aquel día. En ese entonces, no sabía nada. Le resultaba imposible determinar cuántas veces Willy se lo había repetido antes de que lo recordara, pero ahora... Él se había ido y ella no podía olvidar. Los seres humanos eran criaturas extrañas. No conseguían recordar lo que necesitaban recordar, pero tampoco podían olvidar lo que debían olvidar. La vida era una especie de tortura y, al fin y al cabo, todos cargaban con un pasado insoportable. En ese entonces, ella solía ser tan irresponsable como Carson y se lastimaba frecuentemente. A veces, solo notaba la herida cuando había sanado casi por completo. Siempre había lidiado con eso con poca delicadeza. Después, al darse cuenta, Willy la había regañado con el ceño fruncido una y otra vez. Desde ese momento... Aunque ella no había desarrollado el hábito de cuidarse, él sí se acostumbró a atenderla y ella solía sentirse como una chica débil. Cuando se separaron, ella volvió a lastimarse. Recordó que una vez... Estaba en la cocina preparando algo, destrozada por haber perdido a Willy. Además, las verduras, el pollo y el pescado parecían estar en su contra. Al final, no solo renunció a cocinar, sino que también se lastimó una mano. Siempre había sido una mujer obstinada. Entonces, la invadió la ira al pensar en por qué no podía hacer las cosas bien sin Willy. En un arrebato, ignoró sus heridas, se sirvió varios platos y se los comió sola, lo que le provocó diarrea y gastroenteritis. Mientras comía frenéticamente, sus lágrimas no paraban de correr por sus mejillas. Cuando llegó a su límite, empujó la taza y la cuchara, se sentó en el suelo y rompió en llanto. Sin embargo, después de llorar, se apresuró a bajar a la farmacia que quedaba afuera de la universidad para comprar curitas y medicinas. Incluso si estaba sola, tenía que cuidarse bien. Cuando salió de la farmacia después de comprar lo que necesitaba, se topó con Willy. Sin intención de saludarlo, agarró la bolsa y caminó con paso rápido junto a él. Pero, de repente, él la detuvo. "No te esfuerces demasiado si no sabes cómo usar un cuchillo", le dijo con amabilidad y ella sintió que una furia insólita la embargaba. No sabía de dónde provenía: si del malestar que le generaba que él se metiera en sus asuntos después de haber terminado, o si de la vergüenza que sentía de que él la hubiera descubierto. "No es tu problema si yo sé cómo usar un cuchillo o no. Aunque me cortara los dedos, no tendría nada que ver contigo", repuso con una expresión disgustada. Entonces, sacudió la mano con frialdad y se dio la vuelta para marcharse. "Violet, ¿por qué finges ser fuerte? A decir verdad, a veces...". «Puedes apoyar la cabeza en mi hombro con tranquilidad». Era una lástima que Willy ya no pudiera decir esas palabras en voz alta, pues había dejado de ser alguien en quien ella pudiera confiar. Violet resopló y se fue. Sin embargo, después de dar un par de pasos, sintió un dolor agudo en el estómago, comenzó a sudar y se desplomó. "¿Estás bien?", le preguntó Willy que se había acercado para sostenerla "Vete, no es asunto tuyo...", lo empujó ella con desdén. Sin embargo, no pudo soportar el dolor y se desmayó.

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