Capítulo 386
Justo antes de desmayarse, Violet pensó que sería terrible caer en brazos de Willy, pero, por fortuna, él no la recibió cuando se desplomó.
Al despertar, descubrió que estaba en el hospital y que Willy no estaba a su lado.
Le había dejado un envase con papilla caliente y una pequeña nota debajo.
"Violet, debes cuidarte bien, aunque yo no esté".
¿Qué clase de persona la consideraba? ¿Acaso creía que no podía vivir sin él?
Abrió el envase y el aroma familiar se expandió por la atmósfera, ante lo cual no pudo evitar derramar unas cuantas lágrimas.
De modo que no pudo comerse toda la papilla. Después de probar un poco, rompió en llanto y tiró el recipiente, todavía lleno, a la basura.
Eso era todo.
Tuvo la determinación de que esa había sido la última vez que se veían.
Tiempo después, cuando se enteró de que Willy había regresado al país, optó por quedarse en el exterior y solo cuando Stella fue ingresada al hospital decidió volver.
Violet había decidido que, si se encontraba de nuevo con Willy, lo trataría como a un extraño: pasaría junto a él como si no lo conociera.
Él había sido bueno con ella en su tiempo juntos, pero ella comenzó a odiarlo después de la ruptura. En ocasiones, aquel que despertaba el odio no era el que humillaba o peleaba, sino el que abandonaba después de haber amado y protegido. Si sabía que iba a aburrirse y que iba a dejarla, ¿por qué la había ilusionado tanto? ¿Por qué le había ofrecido amor y esperanza si iba a destruirla con sus propias manos?
Le había entregado los rayos de sol y luego se los había arrebatado.
Y por eso ella lo detestaba.
Pero, a la vez, se odiaba más a sí misma por haber caído en la trampa y por haberle ofrecido su cariño.
En ese entonces, ella no lo había olvidado. Un día lo había amado con todo el corazón. ¿Cuándo podría soltarlo? Había estado a la espera de ese momento por largos años.
Aunque la esperanza estaba a punto de extinguirse, creía que el sol volvería a alzarse después de la tormenta.
Siempre podría preparar una comida deliciosa y hacerse cargo de sí misma. Cuando la embargaban la felicidad o la tristeza, él ya no era la primera persona en quien pensaba. Además, tenía a su mejor amiga y a todo cuanto amaba. Estar sin él no era tan terrible. Seguía teniendo una buena vida. No, a decir verdad, tenía una vida mejor.
Temprano a la mañana siguiente, Violet se levantó, abrió la puerta del dormitorio, dirigió la vista a la sala de estar y se percató de que Carson se había marchado.
Aunque la invadió una tenue sensación de decepción, también se sintió aliviada.
Se preparó algo de comer con calma y luego se quedó absorta en sus pensamientos, un poco confundida. Parecía que había algo que la atormentaba.
Quizás, desde que Willy se había marchado, era demasiado descuidada.
Afuera hacía un buen clima, así que tuvo la idea de ir de compras. ¿Cuál era el objetivo de estar sola?
Desde luego, deseaba tomarse de la mano con otros, pero la sola idea le provocaba cierto malestar. Tal vez él ya estaba con otra persona.
Sacudió la cabeza y se limitó a llamar a Stella.
Stella accedió enseguida, así que Violet agarró sus cosas y se marchó en busca de la felicidad.
Ese día, Violet no quería conducir. Una tenue sombra le cubría el corazón: no podía manifestarla ni liberarse de ella.
Las flores al costado del camino eran hermosas, pero ella prefería ver la tierna hierba que crecía entre ellas. Su obstinada aparición por doquier la invitaba a armarse de fuerza.
La vida era difícil de comprender y aquel trayecto que solía ser breve, le pareció más corto de lo normal.
Sin saber cómo, Violet estaba frente a la puerta de un café.
Esperaba que Stella saliera y la encontrara, pues había optado por llevar el coche hasta allí. De modo que la llamó.
Después de marcar el número, se sintió un poco confundida.
Mirando hacia adelante y vio a su mejor amiga sentada en el café.
Distraída, se olvidó de colgar el teléfono así que lo escuchó sonar adentro y vio que Stella lo agarraba para contestar.
Quizás estaba metida en una situación difícil, así que Violet se apresuró a colgar y a observar la expresión en su rostro.
Stella siempre se había esforzado por recibir a su amiga de la mejor manera para evitar que se preocupara.
Era evidente que estaba un poco nerviosa. Enseguida sacó el teléfono de su bolso y lo miró con alegría.
«¿Qué hace él aquí?», pensó Violet cuando lo vio y la sonrisa se borró de su rostro.
Quizás no era su culpa: era un hombre inocente que le provocaba ciertos sentimientos debido a su vínculo emocional.
En una mesa lejana, una persona se sentó de frente a Stella, mirándola con una sonrisa.
Era evidente que ella estaba distraída, pues tenía la mirada perdida y no le prestaba atención a nada más que a sus pensamientos.
Cuando por fin miró a su alrededor, vio que Violet estaba caminando hacia ella y se apresuró a ponerse de pie.
Había un ápice de ira en el rostro de Violet.
"¿Por qué? ¿Por qué tiene que ser así de nuevo?", preguntó enfadada.