Capítulo 387
Entre ellas, Stella era la más gentil y tranquila.
En efecto, Violet era más extrovertida y directa. Ella nunca había tenido problemas con eso, pero, en secreto, sentía un poco de envidia de su amiga.
Siempre había sentido celos de aquella personalidad que no conseguía comprender.
En ese momento, el otro ya había atravesado la distancia entre ellos y estaba de pie frente a ella.
El rostro de Carson estaba atravesado por una sonrisa tenue y frívola. A sus ojos, Violet parecía actuar con normalidad y se le había acercado.
De modo que su repentino regaño lo tomó por sorpresa.
"Te atreviste a coquetear con Stella. ¿Quién te crees que eres?", exclamó en voz alta y severa. Era evidente que sus palabras y su comportamiento eran algo excesivos.
Él quedó perplejo por unos instantes y no supo cómo reaccionar.
Las tormentas siempre llegaban súbitamente.
Por fin, Carson volvió en sí y se defendió: "¿Qué haces? ¿De qué estás hablando?". Su rostro estaba crispado por la ira. Era evidente que no se había acostumbrado a su carácter y que semejante comentario lo había disgustado.
Le parecía que su personalidad era más como la de un niño, aunque en su corazón sabía que era una chica.
"¿No te estabas metiendo con Stella hace apenas un momento? ¿Sabes que si lo haces tu vida corre peligro?". Violet siempre había sido así: no era una persona dura, pero podía ser muy irracional.
Cuando terminó todavía lucía insatisfecha, así que añadió una apodo que acababa de ocurrírsele: "Viejo lascivo".
Al escuchar aquellas palabras, las miradas de los otros clientes se volvieron hacia Carson. Algunos de ellos parecían dudosos, pero los otros estaban llenos de repulsión.
El tiempo aclaraba todas las disputas, pero en el futuro; en aquel instante, no había nada que pudiera remediarse.
El rostro de Carson estaba lívido. Ni siquiera él podía soportar que lo llamaran de semejante forma en público. Así que no pudo contener su enojo.
«Es muy difícil no pelear con una mujer», gritó para sus adentros mientras la observaba. Sin embargo, guardó silencio.
Violet no le quitaba los ojos de encima.
De modo que se sentía más interpelado y, antes de que pudiera hablar, tuvo que cerrar la boca.
Una vez más, ella lo llamó pervertido y lascivo.
A decir verdad, Carson estaba más preocupado por lo que pensaran los otros y no estaba dispuesto a enfrascarse en una discusión.
"Chica, debes estar borracha", se limitó a decir. Entonces, levantó la cabeza, la miró y un repentino estallido de tristeza le embargó el corazón.
Las lágrimas de un hombre solo aparecían si se topaba con algo que lo entristecía profundamente.
Ese era uno de sus dichos favoritos.
"¿Estabas coqueteando con Stella? ¿Sabes lo que eso significa?", lo recriminó Violet de nuevo mientras lo observaba y sintió que el corazón se le rompía.
Incluso entonces parecía seguir insatisfecha. Por primera vez en la vida, deseaba golpearlo.
Estaba segura de que nunca había sentido algo tan intenso y quería sacarlo de sí.
Mientras pensaba en eso, se iba poniendo más y más tensa, y ya ni quiera Stella parecía poder soportarlo.
Carson, por su parte, cambió de actitud. Parecía haber una nube negra cerniéndose sobre su cabeza y la gente alrededor tuvo el presentimiento de que una tormenta estaba a punto de desatarse. Su ira era evidente.
Stella se apresuró a detener a Violet y se acercó a Carson para explicarle algo en voz baja con la esperanza de que comprendiera.
Al escucharla, Carson se limitó a suspirar y dejó que se la llevara.
Por su bien, Carson se iría solo.
Por fin, cuando llegaron a la oficina de Stella, Violet recuperó la compostura.
Para Stella, ese también era el mejor lugar para pensar.
"Stella, ¿me pasé de la raya hace un momento?", peguntó inquieta mirándose los pies, como una niña que acababa de cometer un error.
Su relación con Carson era bastante buena, así que temía que ambos se distanciaran de ella por ese incidente.
Al meditar sobre lo que había ocurrido, Violet cayó en cuenta de que lo que Carson hiciera no tenía nada que ver con ella; de modo que ¿por qué le importaba quién le gustaba?
Quizás solo estaban bromeando.
Entonces, rechazó la oferta de su amiga de enviarla a casa, se despidió de ella y se marchó a pie.
Pensó que necesitaba un poco de tiempo para calmarse.
Las nubes blancas en el cielo se tornaron amarillas y, con un estallido, un relámpago iluminó el horizonte: el cielo y la tierra parecieron resplandecer por unos segundos.
¿Había un carro pasando? El canto de los pájaros en el camino era casi imperceptible.
En una ciudad tan grande, era una pena que la gente hubiera remplazado a las aves y que ahora tuviera que luchar dentro de una jaula.
Su casa apareció en la distancia y una expresión de alivio le atravesó el rostro. Sin importar lo que pasara, ese era su único hogar.
Hizo caso omiso de la molestia que le provocaban los zapatos y corrió a casa. Después de tanto tiempo de estar lejos, aquel anhelo desesperado era más que entendible.
La casa lucía exactamente igual que antes, pero había una nota que no había visto.
"Tu casa estaba un poco desordenada. Te ayudé a organizarla. Debes ser más cuidadosa la próxima vez. No tengas tantas preocupaciones. No volveré a ayudarte. No entiendo por qué una chica como tú guarda tanta basura. Quizás no quieres un espacio limpio", decía.
Estaba firmada por Carson...