Capítulo 22
En la cafetería, Ricardo removía su café lentamente.
La primera frase de Felipe hizo que detuviera su movimiento...
—Devuélvemela.
—Puedo intercambiarla por cualquier cosa.
Ricardo alzó una ceja: —¿Cualquier cosa?
—Sí. —La voz de Felipe era ronca—. Las acciones de Grupo Valcáner, los terrenos de Castroviento, mis activos en el extranjero...
—Incluso... —cerró los ojos— puedo traer de vuelta a Sofi, para que le pida perdón a Eli en persona.
Ricardo se echó a reír.
Dejó la taza de café sobre la mesa, y en sus ojos azul celeste brilló un destello de burla: —Felipe, ¿aún no lo entiendes?
—Elisa no es una mercancía.
—Es una persona, una persona de carne y hueso, que sufre, que llora.
—Alguna vez tuviste todo su amor, y lo destrozaste con tus propias manos.
Ricardo se puso de pie, mirándolo desde arriba: —Ahora, es mi turno de amarla.
—En cuanto a ti...
—Vive el resto de tu vida con tu culpa.
Felipe se quedó sentado, observando la espalda de Ricardo mientras se alejaba, y de repente recordó

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