Capítulo 24
Silencio total en la sala.
Él estaba de pie en la frontera entre la luz y la sombra, con manchas de café del avión aún visibles en los pliegues arrugados de su traje. Su cabello, siempre perfectamente peinado, colgaba desordenadamente sobre su frente.
—Felipe ¿vienes a arrebatarme a mi amada? — Ricardo entrecerró los ojos.
No le prestó atención y fue directamente hacia Elisa, arrodillándose frente a ella.
—Sé que cometí muchos errores. — Su voz era tan ronca que apenas se entendía, —pero te ruego que me mires una vez más...
Los invitados estallaron en murmullos.
El patriarca de la familia Jiménez, ese hijo de Buda frío y noble, estaba ahora arrodillado con la espalda recta.
Elisa dio medio paso hacia atrás: —Felipe, no hagas esto.
—Escribí trescientas cartas de amor, desde nuestro primer encuentro hasta la boda, y hasta... —Su nuez se movió visiblemente, —hasta cada día en que te amé pero no me atreví a admitirlo.
Con manos temblorosas abrió la caja; las hojas blancas de papel volaron

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